Ludwig Wittgenstein
Sobre la certeza
Traducción de Gerardo Piña
Esta edición es una reproducción de L. Wittgenstein, Sobre la certeza. Editado por G. E. M. Anscombe y G. H. von Wright. Suhrkamp Verlag, Fráncfort del Meno, 1970. Esta obra es de dominio público porque su plazo de copyright ha expirado. Esto se aplica al país de origen de la obra y a todos los demás países con un plazo legal de protección igual o inferior a 70 años tras la muerte del autor. Esta traducción se publica bajo los términos de la licencia Creative Commons Atribución-Compartir Igual. Esta traducción apareció en una edición impresa por primera vez en julio de 2025 y se publicó en el sitio web del Proyecto Ludwig Wittgenstein por primera vez en septiembre de 2025.
La presente traducción se basa en el libro Über Gewissheit de Ludwig Wittgenstein, editado por G. E. M. Anscombe y G. H. von Wright y publicado por la editorial Suhrkamp, en Fráncfort del Meno, 1970.
Para realizar esta traducción me he basado en el concepto de “traducción diferencial” (differential translation) de Spencer Hawkins, traductor experto de filosofía alemana al inglés. Hawkins afirma que al traducir textos de filosofía alemana, las traducciones suelen ser muy rígidas con respecto a la terminología. La filosofía alemana –desde Kant al menos– utiliza más el lenguaje cotidiano de origen germánico que las palabras académicas de origen griego o latino. La traducción diferencial se expresa a través de la teoría del skopos. Este método de traducción fue concebido por Hans Vermeer y Katharina Reiss en la década de 1970. El nombre del concepto deriva del griego σκοπός que significa “propósito”. “Por razones lingüístico-históricas, la prosa alemana pide a gritos una traducción diferencial” (Hawkins, 2023).
La traducción diferencial implica traducir las palabras clave de forma diversa según el contexto, en lugar de hacerlo de forma consistente como términos fijos. Esta estrategia no es estándar, pero resulta muy eficaz al representar palabras polisémicas en la traducción (Hawkins, 2023).
Algunos ejemplos de estas palabras en la traducción de Sobre la certeza son: Grund (fundamento, razón), Begriff (concepto, término, idea), Ausdruck (término, palabra, expresión), Satz (frase o proposición), o Regel (regla, norma) entre otros. Estas palabras son comunes en cualquier obra filosófica alemana.
Renegando tanto de la intraducibilidad como de la necesidad de equivalencia terminológica, lo que yo denomino “traducción diferencial” integra los signos de la polisemia en la experiencia lectora presentando las palabras clave extranjeras entre paréntesis tras sus significados diferentes y dependientes del contexto (Hawkins, 2023).
Se recomienda colocar entre corchetes en la traducción el término en la lengua fuente para que el lector pueda darse una mejor idea del porqué de la decisión. Sin embargo, al tratarse esta de una edición bilingüe, colocar los términos alemanes en corchetes en la versión en español resultan innecesarios, puesto que el lector famliar con la lengua alemana podrá cotejar ambas versiones en cada página.
En algunos casos, las palabras que se traducen de manera distinta no son necesariamente términos filosóficos. Por ejemplo, el verbo “zeigen” que, entre sus varias acepciones, puede traducirse como “mostrar” o “demostrar”.
El pasaje 120 es el siguiente:
120. Wenn aber nun Einer es bezweifelte, wie würde sich sein Zweifel praktisch zeigen? Und könnten wir ihn nicht ruhig zweifeln lassen, da es ja gar keinen Unterschied macht?
Y la traducción es:
120. Pero si uno dudara, ¿cómo se mostraría esa duda en la práctica? ¿Y no podríamos dejarlo tranquilamente dudar, ya que no hay ninguna diferencia?
Aquí he optado traducir “zeigen” por “mostrar”. Sin embargo, en otras instancias la traducción del mismo verbo es diferente:
243. »Ich weiß ...« sagt man, wenn man bereit ist, zwingende Gründe zu geben. »Ich weiß« bezieht sich auf eine Möglichkeit des Dartuns der Wahrheit. Ob Einer etwas weiß, lässt sich zeigen, angenommen, dass er davon überzeugt ist.
Y lo traduje así:
243. “Sé que...” se dice cuando uno está dispuesto a dar razones de peso. “Sé” se refiere a la posibilidad de decir la verdad. Se puede demostrar si alguien sabe algo suponiendo que esté convencido de ello.
Otro ejemplo, esta vez acerca del término “Grund”:
123. Wohin ich schaue, ich finde keinen Grund, daran zu zweifeln, dass ...
La traducción al español:
123. Mire donde mire, no encuentro motivos para dudar de que...
Como vemos, aquí traduje la palabra “Grund” como “motivos” (no solo opté por un significado particular, sino también por un número plural, dado que es más natural en español en este caso). Pero en el ejemplo siguiente traduje “Grund” por “fundamento”:
130. Aber ist es nicht die Erfahrung, die uns lehrt, so zu urteilen, d. h., dass es richtig ist, so zu urteilen? Aber wie lehrt’s uns die Erfahrung? Wir mögen es aus ihr entnehmen, aber die Erfahrung rät uns nicht, etwas aus ihr zu entnehmen. Ist sie der Grund, dass wir so urteilen (und nicht bloß die Ursache), so haben wir nicht wieder einen Grund dafür, dies als Grund anzusehen.
Y además omití una de las menciones de “Grund” en español, por considerar innecesaria la repetición:
130. Pero, ¿no es la experiencia la que nos enseña a juzgar así, es decir, que es correcto juzgar así? Pero, ¿cómo nos enseña la experiencia? Podemos deducirlo de ella, pero la experiencia no nos aconseja deducir nada de ella. Si es el fundamento lo que juzgamos de este modo (y no meramente la causa), no tenemos por qué considerarla un fundamento.
Otro ejemplo; esta vez con la palabra “Grundlosigkeit”, derivada de la anterior (“Grund”).
166. Die Schwierigkeit ist, die Grundlosigkeit unseres Glaubens einzusehen.
166. La dificultad estriba en ver lo infundado de nuestra creencia.
Veamos un ejemplo del uso de los sustantivos “Satz” (frase, proposición) y “Recht” (derecho, razón):
202. Moores gewisse Sätze sagen beinahe aus, wir hätten ein Recht, uns auf diese Evidenz zu verlassen.
202. Ciertas proposiciones de Moore casi dicen que tenemos derecho a confiar en estas pruebas.
Ahora veamos otro caso en donde hay términos que, una vez combinados con el resto de la idea, requieren de una traducción menos común. Aquí traduje “Recht” por “debidamente” por la influencia de la palabra “überzeugt” (convencido):
294. So überzeugen wir uns, das nennt man »mit Recht davon überzeugt sein«.
294. Así es como nos convencemos, a esto se le llama “estar debidamente convencido de eso”.
Hay palabras como “Evidenz” que, si bien nos remiten al español por su origen latino, no tienen el mismo uso en ambos idiomas y por eso la he traducido como “prueba” e incluso como “pruebas”, en plural. De hecho, en el diccionario Pons (alemán-español) se traduce “Evidenz” de la misma manera (“pruebas”). Finalmente, palabras como “Grenze”, que tal vez ha sido traducida como “límite” en otras obras filosóficas o “Irrtum” que se ha traducido como “yerro”, no tendrían por qué traducirse aquí de la misma manera. Hay palabras como “frontera” y “equivocación” que son sinónimos de “límite” y “yerro” respectivamente. La elección de estas palabras al traducir el texto alemán tiene que ver con el estilo del traductor, así como del método de traducción utilizado.
En suma, la justificación de estas variantes en la traducción obedece al método utilizado: la “traducción diferencial”, cuyo valor radica en esta apertura y reconocimiento de la polisemia de la lengua fuente –en este caso el alemán– que muchas veces se pierde por la costumbre de unificar una terminología en la lengua meta (español, en este caso). En mi opinión, este enfoque en la traducción de textos filosóficos acerca más al lector a las posibles interpretaciones de los textos, ya que es imposible saber si un autor tiene en mente tal o cual matiz o variante de una palabra al escribirla y, por lo mismo, unificar un término o concepto al traducirlo eliminaría las sutilezas de dichos matices o variantes.
Ludwig Wittgenstein
Sobre la certeza
1. Si sabes que aquí hay una mano, te concederemos lo demás.
(Si se dice que tal o cual proposición no puede demostrarse, eso no significa, por supuesto, que no pueda deducirse de otras; toda proposición puede deducirse de otras. Pero estas no pueden ser más ciertas que la propia proposición.) (He aquí un divertido comentario de H. Newman.)
2. El hecho de que a mí me lo parezca –o a todo el mundo– no significa que sea así. Más bien cabe preguntarse si esto puede ponerse en duda de forma razonable.
3. Por ejemplo, si alguien dice “no sé si hay una mano”, puedes decirle “mira más de cerca”. – Esta posibilidad de convencerse a uno mismo forma parte del juego del lenguaje. Es una de sus características esenciales.
4. “Sé que soy un ser humano”. Para ver lo poco claro que es el sentido de esta proposición considere su negación. Lo más cerca que se podría estar de entender esto es: “Sé que tengo órganos humanos”. (Un cerebro, por ejemplo, que nadie ha visto nunca.) Pero, ¿qué pasa con una proposición como: “Sé que tengo un cerebro”? ¿Puedo dudarlo? ¡No tengo motivos para dudarlo! Todo habla a favor y nada en contra. Sin embargo, es posible imaginar que una operación mostrara que mi cráneo está vacío.
5. Que una proposición pueda demostrarse como errónea posteriormente depende de las definiciones que se apliquen a dicha proposición.
6. ¿Se puede hacer ahora (como Moore) una lista de lo que uno sabe? No tan fácilmente, creo. – Porque, de lo contrario, las palabras “yo sé” se utilizan mal. Y a través de este mal uso parece revelarse un estado mental extraño y muy importante.
7. Mi vida muestra que sé o que estoy seguro de que ahí hay un sillón, una puerta, etc. Le digo a mi amigo, por ejemplo: “Toma ese sillón de ahí”, “Cierra la puerta”, etc.
8. La diferencia entre el concepto “saber” y el concepto “estar seguro” no es de gran importancia, excepto cuando se trata de “lo sé”: No puedo equivocarme. En la sala del tribunal, por ejemplo, en cualquier testimonio, en lugar de “lo sé”, podría decirse “Estoy seguro”. Sí, uno podría imaginarse que ese “lo sé” estuviera prohibido ahí. [Hay un pasaje del Wilhelm Meister en el que “tú sabes” o “tú sabías” se utiliza en el sentido de “tú estabas seguro”, porque el asunto era diferente a lo que él sabía].
9. Ahora, en el transcurso de la vida, ¿compruebo que sé que existe una mano (concretamente mi mano)?
10. ¿Sé que hay una persona enferma recostada aquí? ¡Tonterías! Estoy sentado junto a su cama, observo atentamente sus facciones. – ¿Así que no sé si hay un enfermo aquí recostado? – Ni la pregunta ni la afirmación tienen sentido. Tan poco sentido como el: “Estoy aquí”, que podría utilizar en cualquier momento si surgiera la oportunidad adecuada. – Entonces, ¿”2 × 2 = 4” tampoco tiene sentido y no es una proposición aritmética verdadera, excepto en determinadas ocasiones? “2 × 2 = 4” es una verdadera proposición aritmética – no “en ciertas ocasiones” ni “siempre”, pero los caracteres fonéticos o escritos “2 × 2 = 4” podrían tener un significado diferente en chino o ser un sinsentido, de lo que se deduce: solo en el uso tiene sentido la proposición. Y “sé que hay un enfermo aquí recostado”, utilizado en una situación inadecuada, aparece no como un sinsentido, sino como algo evidente, porque es relativamente fácil imaginar una situación adecuada para ello y porque uno piensa que las palabras “Yo sé que...” están en todas partes donde no hay duda (es decir, también donde la expresión de la duda sería comprensible).
11. Es que no vemos lo especializado que es el uso de “lo sé”.
12. – Porque “lo sé...” parece describir un hecho que avala lo que se conoce como un hecho. Uno siempre olvida la expresión “creía que lo sabía”.
13. No se puede concluir de la afirmación de otra persona “sé que es así” la frase “es así”. Tampoco se puede concluir de la afirmación que no sea mentira. – Pero, ¿no puedo concluir “es así” a partir de mi afirmación: “lo sé, etc.”? Sí, y de la proposición “él sabe que hay una mano ahí” también se deduce “hay una mano ahí”. Pero de su afirmación “lo sé...” no se deduce que él lo sepa.
14. Primero hay que demostrar que lo sabe.
15. Debe demostrarse que no hubo error posible. La afirmación “lo sé” no es suficiente. Pues es solo la afirmación de que (en eso) no puedo equivocarme, y que no me equivoco en eso debe ser objetivamente constatable.
16. “Si sé algo, también sé que lo sé, etc.” equivale a decir “yo sé que” significa “soy infalible en esto”. Pero debe ser posible determinar objetivamente si soy infalible.
17. Ahora supongamos que digo “soy infalible en que esto es un libro”: señalo un objeto. ¿Cómo sería un error en este caso? ¿Y tengo una idea clara de esto?
18. “Lo sé” suele significar: tengo las razones correctas para mi afirmación. Así que, si el otro conoce el juego del lenguaje, admitiría que yo lo sé. El otro, si conoce el juego del lenguaje, debe ser capaz de imaginar cómo se puede saber tal cosa.
19. A la afirmación “sé que aquí hay una mano” puede seguir “es mi mano la que estoy mirando”. Entonces un hombre razonable no dudará de que lo sé. – Tampoco lo hará el idealista; pero dirá que no se refería a la duda práctica, que ha sido eliminada, sino que todavía hay una duda detrás de ella – Que esto es un error debe demostrarse de otra manera.
20. “Dudar de la existencia del mundo exterior” no significa, por ejemplo, dudar de la existencia de un planeta que luego se demuestra por observación. – ¿O quiere decir Moore que el conocimiento de que su mano está aquí es de un tipo diferente al conocimiento de que el planeta Saturno existe? De lo contrario, se podría señalar al escéptico el descubrimiento del planeta Saturno y decir que se ha demostrado su existencia y, por lo tanto, también la existencia del mundo exterior.
21. La opinión de Moore equivale en realidad a decir que el concepto “saber” es análogo a los conceptos “creer”, “suponer”, “dudar”, “estar convencido”, en el sentido de que la afirmación “yo sé...” no puede ser un error. Y si es así, entonces la verdad de una afirmación puede deducirse de un enunciado. Y aquí se pasa por alto la forma “creía saber”. – Pero si esto no debe admitirse, entonces también debe ser lógicamente imposible un error en la afirmación. Y esto debe verlo cualquiera que conozca el juego del lenguaje; la afirmación de alguien digno de credibilidad de que él lo sabe no puede ayudarle en esto.
22. Sería extraño que tuviéramos que creerle a alguien digno de credibilidad que dice “yo no puedo equivocarme”; o al que dice “yo no me equivoco”.
23. Si no sé si una persona tiene dos manos (por ejemplo, si se las han amputado o no), creeré su afirmación de que tiene dos manos si él es una persona digna de credibilidad. Y si dice que lo sabe, para mí solo puede significar que ha sido capaz de convencerse de esto, de que sus brazos no siguen cubiertos por mantas y vendas, etc., etc. El hecho de que yo le crea aquí a la persona digna de credibilidad se debe a que le concedo la posibilidad de convencerse a sí misma. Pero quien dice que (tal vez) no hay objetos físicos, no se ha convencido.
24. La pregunta del idealista sería algo así: “¿Con qué derecho no dudo de la existencia de mis manos?” (Y a esto la respuesta no puede ser: “Yo sé que existen”.) Pero quien así pregunta pasa por alto que la duda sobre la existencia de algo solo opera en un juego del lenguaje. Por lo tanto, primero hay que preguntar: ¿Cómo sería esa duda? y no entenderla tan así de fácil.
25. Uno también puede equivocarse en “que aquí hay mano”. Solo que no en determinadas circunstancias. – “Uno también puede equivocarse en un cálculo, solo que no en determinadas circunstancias”.
26. Pero, ¿se puede deducir de una norma en qué circunstancias se excluye lógicamente un error en el uso de las reglas de cálculo?
¿De qué nos sirve una regla así? ¿No podríamos equivocarnos (otra vez) al aplicarla?
27. Pero si se quisiera especificar algo parecido a una regla, entonces aparecería en ella la expresión “en circunstancias normales”. Y uno reconoce las circunstancias normales, pero no puede describirlas con precisión. Más bien se puede describir una serie de circunstancias anormales.
28. ¿Qué es “aprender una regla”? – Eso.
¿Qué es “cometer un error en su aplicación”? – Eso. Y lo que se señala aquí es algo indeterminado.
29. La práctica del uso de la regla también muestra lo que es un error en su uso.
30. Cuando alguien está convencido dice: “Sí, el cálculo es correcto”, pero no lo ha deducido del estado de su certeza. No se concluye el hecho a partir de la propia certeza.
La certeza es, por así decirlo, un tono en el que se establece el hecho, pero del tono no se concluye que esté justificado.
31. Me gustaría erradicar del lenguaje filosófico los postulados a las que uno vuelve una y otra vez, como hechizado.
32. No se trata de si Moore sabe que hay una mano, sino que no le entendemos cuando dice “por supuesto que puedo estar equivocado en esto”. Nos preguntaríamos: “¿Cómo sería un error así?”. – Por ejemplo, ¿el descubrimiento de que se trataba de un error?
33. Así que eliminamos las frases que no nos llevan a ninguna parte.
34. A quien se le enseña aritmética, ¿se le enseña también que puede confiar en el cálculo de un profesor? Pero un día estas explicaciones deben llegar a su fin. ¿También se le enseña a esa persona que puede confiar en sus sentidos, porque, de hecho, en algunos casos se le dice que en tal o cual caso particular no puede confiar en ellos? –
Regla y excepción.
35. ¿Pero no podemos imaginar que no hay objetos físicos? No lo sé. Y sin embargo, decir “hay objetos físicos” no tiene sentido. ¿Se supone que es una proposición empírica? – ¿Y es una proposición empírica: “Parece que hay objetos físicos”?
36. Solo le damos la instrucción “A es un objeto físico” a quien no entiende todavía lo que significa “A” o lo que significa “objeto físico”. Se trata, pues, de una enseñanza sobre el uso de las palabras y del “objeto físico” como un concepto lógico. (Como el color, la medida, ...) Y por eso una proposición como “hay objetos físicos” no puede formarse.
Sin embargo, a cada paso nos encontramos con estos intentos infructuosos.
37. Pero, ¿es una respuesta suficiente al escepticismo de los idealistas o a las afirmaciones de los realistas [decir que la proposición] “hay objetos físicos” es un sinsentido? Para ellos no es una tontería después de todo. Pero una respuesta sería: esta afirmación, o su contraria, es un intento fallido de expresar (algo) que no puede expresarse así. Y que es fallido se puede mostrar; pero ese no es el final de la cuestión. Hay que darse cuenta de que lo que se nos presenta como la primera expresión de una dificultad o su respuesta puede ser una expresión completamente errónea. Del mismo modo que quien critica con razón un cuadro, a menudo coloca primero la crítica donde no corresponde y es necesario investigar para encontrar el punto de ataque adecuado para la crítica.
38. Conocimientos en matemáticas. Aquí hay que recordar siempre la falta de importancia de un “proceso interior” o “estado” y preguntarse “¿Por qué debería ser importante? ¿Qué es eso para mí?” Es interesante cómo utilizamos las proposiciones matemáticas.
39. Así es como se calcula, en tales circunstancias se trata un cálculo como absolutamente fiable, como ciertamente correcto.
40. “Sé que mi mano está ahí” puede ir seguido de la pregunta: “¿cómo lo sabes?”, y la respuesta presupone que puede saberse así nada más. Entonces, en lugar de “sé que mi mano está ahí” se podría decir “ahí está mi mano” y añadir cómo se sabe.
41. “Sé dónde siento el dolor”, “Sé que lo siento ahí” es tan erróneo como: “Sé que me duele”. Pero correcto: “Sé dónde me tocaste el brazo”.
42. Se puede decir: “lo cree, pero no es así”, pero no “lo sabe, pero no es así”. ¿Esto proviene de la diferencia entre los estados mentales de creer y de conocer? No. Se puede llamar “estado mental” a algo que se expresa en el tono del habla, en los gestos, etc. Por lo tanto, se podría hablar de un estado mental de convicción; y este puede ser el mismo tanto si se trata de un conocimiento como de una creencia falsa. Pensar que diferentes estados deben corresponder a las palabras “creer” y “saber” sería como creer que diferentes personas deben corresponder a la palabra “yo” y al nombre “Ludwig” porque los conceptos son diferentes.
43. ¿Qué clase de proposición es esta: “No podemos haber hecho mal el cálculo en 12 x 12 = 144”? Seguramente debe ser una proposición de lógica. – Pero, ¿no es lo mismo ahora, o equivale a lo mismo que la afirmación 12 x 12 = 144?
44. Si exiges una regla que demuestre que uno no puede haberse equivocado en este cálculo, la respuesta es que no aprendimos esto por una regla, sino aprendiendo a calcular.
45. Aprendimos la esencia de la aritmética cuando aprendimos aritmética.
46. Pero, ¿no es posible describir cómo podemos convencernos de la fiabilidad de un cálculo? ¡Claro que sí! Pero no surge una regla en el proceso. – Pero lo más importante es que la regla no es necesaria. No se nos escapa nada. Calculamos según una regla, eso es suficiente.
47. Así se hacen los cálculos. Y la aritmética es esta. Lo que aprendemos en la escuela, por ejemplo. Olvida esta certeza trascendental que está conectada con tu concepto de la mente.
48. Pero a partir de una multitud de cálculos se podrían calificar algunos como definitivamente confiables, a otros como aún no seguros. ¿Y es esta una distinción lógica?
49. Pues recuerda: aunque el cálculo sea seguro para mí, solo es una decisión con un fin práctico.
50. ¿Cuándo dices: “sé que ... × ... = ...”? Cuando has comprobado el cálculo.
51. ¿Qué tipo de frase es esta: “¿Cómo sería un error aquí?” Debe ser una frase lógica. Pero es una lógica que no se necesita porque lo que enseña no lo enseñan las proposiciones. – Es una frase lógica porque describe la situación conceptual (lingüística).
52. De modo que esta situación no es la misma para una proposición como “a esta distancia del sol existe un planeta” y “aquí hay una mano” (es decir, la mía). No se puede llamar hipótesis a lo segundo. Pero no hay una frontera nítida entre ambas proposiciones.
53. Por lo tanto, uno podría estar de acuerdo con Moore si lo interpreta de tal manera que una proposición que dice que hay un objeto físico puede tener una posición lógica similar a la de una que dice que hay una mancha roja.
54. No es verdad que un error sea cada vez más improbable si pasamos de un planeta a mi propia mano. Llega un momento en que ya no es concebible.
Esto ya nos indica que, de lo contrario, también tendría que ser concebible que nos equivoquemos en cada afirmación que hagamos sobre los objetos físicos, que todas ellas sean erróneas.
55. ¿Es posible, entonces, plantear la hipótesis de que todas las cosas que nos rodean no existen? ¿No sería como la hipótesis de que nos hemos equivocado en todos nuestros cálculos?
56. Cuando se dice: “Tal vez este planeta no exista y la aparición de la luz se produzca de otra manera”, se necesita un ejemplo de un objeto que sí exista. No existe, – como, por ejemplo...
¿O deberíamos decir que la certeza es solo un punto construido, al que algunas cosas se acercan más y otras menos? No. La duda pierde gradualmente su significado. Así es este juego del lenguaje.
Y la lógica incluye todo lo que describe un juego del lenguaje.
57. Ahora bien, “lo sé, no solo sospecho que aquí está mi mano”, ¿no podría considerarse una oración gramatical? Es decir, no temporal. –
Pero no es entonces como: ¿“sé, no solo supongo, que veo rojo”? Y el corolario “Así que hay objetos físicos”, ¿no es como el “Así que hay colores”?
58. Si “sé, etc.” se entiende como una frase gramatical, entonces, por supuesto, el “yo” no puede ser importante. Y en realidad significa “No hay duda en este caso” o “La frase ‘no sé’ no tiene significado en este caso”. Y se deduce, por supuesto, que “no lo sé” tampoco lo tiene.
59. “Lo sé” es una comprensión lógica en este caso. Solo el realismo no puede demostrarse con ella.
60. Es erróneo decir que la “hipótesis” de que esto es un trozo de papel sería confirmada o invalidada por la experiencia posterior y que en “sé que esto es un trozo de papel”, el “sé” se refiere o bien a tal hipótesis o bien a una determinación lógica.
61. El significado de una palabra es una forma de utilizarla.
Porque es lo que aprendemos cuando la palabra se incorpora por primera vez a nuestra lengua.
62. Por lo tanto existe una correspondencia entre los conceptos “significado” y “regla”.
63. Si imaginamos los hechos de forma diferente a como son, ciertos juegos lingüísticos pierden importancia, otros la adquieren. Y así, y poco a poco, cambia el uso del vocabulario de la lengua.
64. Comparar el significado de una palabra con la “función” de un funcionario del Estado. Y “diferentes significados” con “diferentes funciones”.
65. Cuando cambian los juegos de lenguaje cambian los conceptos, y con los conceptos cambian los significados de las palabras.
66. Hago afirmaciones sobre la realidad con distintos grados de certeza. ¿Cómo se manifiesta el grado de certeza? ¿Qué consecuencias tiene?
Puede tratarse, por ejemplo, de la certeza de la memoria o de la percepción. Puedo estar seguro de algo, pero a saber qué prueba podría condenarme por un error. Por ejemplo, estoy bastante seguro del año de una batalla, pero si encontrara un año diferente en una obra de historia bien conocida cambiaría mi opinión y no por ello me equivocaría en todos mis juicios.
67. ¿Podríamos imaginar a un ser humano que se equivoca repetidamente allí donde nosotros consideramos que el error es imposible y tampoco lo encontramos?
Dice, por ejemplo, con la misma certeza (y todos sus signos) que yo, que él vive ahí y allá, que tiene tantos años, que viene de tal o cual ciudad, etc., pero se equivoca.
Pero, ¿cuál es la relación entre él y este error? ¿Qué debo suponer?
68. La pregunta es: ¿qué debe decir aquí el lógico?
69. Me gustaría decir: “si me equivoco en esto, no tengo ninguna garantía de que nada de lo que digo sea cierto. Pero otro no dirá eso de mí, ni yo de otro.
70. He vivido en la dirección A durante meses, he leído el nombre de la calle y el número de la casa innumerables veces, he recibido innumerables cartas aquí y he dado la dirección a innumerables personas. Si me equivoco en esto, este error es apenas menor que si (erróneamente) creyera que estaba escribiendo en chino y no en alemán.
71. Si un día mi amigo imaginara que ha vivido aquí y allá durante mucho tiempo, etc., etc., yo no llamaría a eso un error, sino una perturbación mental, tal vez temporal.
72. No toda creencia equivocada de este tipo es un error.
73. Pero, ¿cuál es la diferencia entre error y trastorno mental? O, ¿qué diferencia hay entre tratar algo como un error o como un trastorno mental?
74. ¿Puede decirse que un error no solo tiene una causa, sino también un motivo?
Es decir, algo como esto: puede situarse en el conocimiento correcto de la persona que yerra.
75. ¿Sería eso correcto? Si simplemente creyera erróneamente que hay una mesa aquí delante de mí, ¿eso podría ser un error?; pero si creo erróneamente que he visto tal o cual mesa todos los días durante varios meses y la he utilizado constantemente, ¿eso no es un error?
76. Mi objetivo debe ser, por supuesto, indicar qué afirmaciones se quieren hacer aquí, pero no se les puede encontrar sentido.
77. Para estar seguro, quizá haga una multiplicación dos veces, quizá la haga multiplicar por otra persona. Pero, ¿la haré veinte veces o haré que hagan la multiplicación veinte personas? ¿Y eso es cierta imprudencia? ¡¿Sería realmente mayor la certeza si se hiciera la multiplicación veinte veces?!
78. ¿Y puedo dar un fundamento para que no lo sea?
79. Que soy hombre y no mujer se puede verificar, pero si dijera que soy mujer y quisiera explicar el error diciendo que no he verificado la afirmación, la explicación no sería aceptada.
80. La veracidad de mis afirmaciones pone a prueba mi comprensión de estas afirmaciones.
81. Es decir: si hago ciertas afirmaciones falsas, se vuelve incierto que las entienda.
82. Lo que cuenta como prueba suficiente de una afirmación – pertenece a la lógica. Pertenece a la descripción del juego del lenguaje.
83. La verdad de ciertas proposiciones empíricas pertenece a nuestro marco de referencia.
84. Moore dice que sabe que la Tierra existía mucho antes de que él naciera. Y expresado así parece una afirmación sobre su persona, cuando es además una afirmación sobre el mundo físico. Ahora bien, filosóficamente carece de interés si Moore sabe esto o aquello, pero es interesante que eso pueda y cómo pueda saberse. Si Moore nos hubiera dicho que conocía la distancia de ciertas estrellas entre sí podríamos concluir que había hecho investigaciones especiales, y ahora querríamos saber qué investigaciones. Pero Moore elige precisamente un caso en el que todos parecemos saber lo que él sabe, y sin poder decir cómo. Yo, por ejemplo, creo que sé tanto sobre este asunto (la existencia de la Tierra) como Moore y si él sabe que es como dice, entonces yo también lo sé. Porque no es como si hubiera llegado a su proposición por un camino de pensamiento que, aunque accesible para mí, no hubiera sido recorrido por mí.
85. ¿Y qué hace falta para saberlo? ¿Conocimiento de la historia, quizá? Él debe saber lo que significa que la Tierra exista desde hace tanto tiempo. Porque no todos los adultos ni todas las personas inteligentes necesitan saber esto. Vemos a la gente construyendo y destruyendo casas y se nos plantea la pregunta “¿Cuánto tiempo lleva en pie esta casa? Pero, ¿cómo podríamos preguntar esto con respecto de una montaña, por ejemplo? ¿Y todos los pueblos tienen el concepto de “la Tierra” como un cuerpo que puede nacer y morir? ¿Por qué no pensar que la Tierra es plana, pero sin fin en ninguna dirección (incluida la profundidad)? Entonces uno podría decir al menos: “sé que esta montaña existía mucho antes de que yo naciera”. –Pero, ¿qué pasaría si me encontrara con una persona que no creyera esto?
86. ¿Qué pasaría si en las frases de Moore se sustituyera “lo sé” por “tengo una convicción inquebrantable”?
87. ¿Una proposición que puede funcionar como hipótesis no puede utilizarse también como principio de investigación y acción? Es decir, ¿no puede simplemente retirarse de la duda, aunque no sea conforme a una norma explícita? Simplemente se acepta como algo natural, nunca se cuestiona, quizá nunca se expresa.
88. Puede ocurrir, por ejemplo, que toda nuestra investigación esté montada de tal manera que ciertas frases, si es que llegan a pronunciarse, queden fuera de toda duda. Están fuera del camino en el que se mueve la investigación.
89. A uno le gustaría decir: “Todo habla a favor y nada en contra, que la tierra mucho antes de mi nacimiento...”
Pero, ¿no podría creer lo contrario? Sin embargo, la pregunta es: ¿cómo funcionaría en la práctica esta creencia? – Quizá alguien diga: “Eso no importa. Una creencia es lo que es, esté o no activa en la práctica”. Uno piensa para sí: esa es siempre la misma actitud de la mente humana.
90. “Lo sé” tiene un significado primitivo, similar y relacionado con el de “Yo veo”. (“saber”, “videre”)[1]. Y Y "Sabía que él estaba en la habitación, pero no estaba en la habitación" es similar a " Lo vi en la habitación, pero no estaba allí". “Lo sé” pretende expresar una relación, no entre el yo y un sentido de la frase (como “creo”), sino entre el yo y un hecho. Para que el hecho sea tomado en mi conciencia. (Esta es también la razón por la que se quiere decir que uno no sabe realmente lo que ocurre en el mundo externo, sino solo lo que ocurre en el ámbito de los llamados datos de los sentidos.) Una imagen del conocimiento sería entonces la percepción de un proceso externo a través de los rayos de la vista que lo proyectan, tal cual, en el ojo y la conciencia. Pero inmediatamente surge la pregunta de si se puede estar seguro de esta proyección. Y esta imagen muestra la idea que tenemos del conocimiento, pero no en qué se basa realmente.
91. Cuando Moore dice que sabe que la Tierra ha existido, etc., la mayoría estaremos de acuerdo con él en que ha existido desde hace tanto tiempo, y también le creeremos que está convencido de ello. Pero, ¿tiene el fundamento correcto para estar convencido? Porque si no, no lo sabe (Russell).
92. Pero cabe preguntarse: “¿Puede uno tener un fundamento válido para creer que la Tierra solo existe desde hace poco tiempo, por ejemplo, solo desde el nacimiento de Moore?”
– Supongamos que siempre se lo hubieran dicho, ¿tendría alguna buena razón para dudarlo? Los hombres han creído que podían hacer llover; ¿por qué no se ha de educar a un rey para que crea que con él empezó el mundo? Y ahora, si Moore y este rey se reunieran y lo discutieran, ¿podría Moore demostrar realmente que su creencia es la correcta? No digo que Moore no pudiera convencer al rey de su punto de vista, pero sería una convicción de un tipo especial: se haría que el rey viera el mundo de otra manera.
Recordemos que, a veces, uno se convence de la corrección de un punto de vista por su simplicidad o simetría, es decir, se ve inducido a pasarse a ese punto de vista. Entonces uno simplemente dice: “Así es como debe ser”.
93. Las proposiciones que representan lo que Moore “sabe” son todas de tal naturaleza que resulta difícil imaginar por qué alguien debería creer lo contrario. Por ejemplo, la proposición de que Moore ha pasado toda su vida a poca distancia de la Tierra. – Una vez más, puedo hablar de mí mismo aquí en lugar de Moore. ¿Qué podría hacerme creer lo contrario? Un recuerdo, o algo que me hubieran contado. – Todo lo que he visto u oído me hace creer que ningún ser humano se ha alejado jamás de la Tierra. No hay nada en mi visión del mundo que sugiera lo contrario.
94. Pero no obtuve mi visión del mundo porque esté convencido de su corrección; ni la tengo porque esté convencido de su corrección. Es el trasfondo tradicional sobre el que distingo entre lo verdadero y lo falso.
95. Las proposiciones que describen esta visión del mundo podrían pertenecer a una especie de mitología. Y su papel es similar al de las reglas del juego, y el juego también puede aprenderse de forma puramente práctica, sin reglas explícitas.
96. Uno podría imaginar que ciertas proposiciones de la forma de proposiciones experienciales se hubieran solidificado y funcionaran como conductos para las proposiciones experienciales no solidificadas, fluidas; y que esta relación cambiara con el tiempo, solidificándose las proposiciones fluidas y volviéndose fluidas las sólidas.
97. La mitología puede volver a fluir, el cauce del pensamiento puede cambiar. Pero yo distingo entre el movimiento del agua en el cauce y el desplazamiento del agua; aunque no hay una separación tajante entre ambos.
98. Pero si alguien dijera: “por lo tanto, la lógica es también una ciencia de la experiencia” se equivocaría. Pero esto es cierto: que la misma proposición puede ser tratada una vez para ser probada por la experiencia, y otra vez como una regla de prueba.
99. Sí, las orillas de ese río están formadas en parte por roca dura, que no sufre cambios o estos son imperceptibles y en parte por arena, que es arrastrada y arrastrada aquí y allá.
100. Las verdades que Moore dice conocer son las que, casualmente, todos conocemos si él las conoce.
101. Una proposición así podría ser, por ejemplo: “Mi cuerpo nunca desapareció y reapareció al cabo de un tiempo”.
102. ¿No podría creer que una vez estuve, sin saberlo, por ejemplo, en estado inconsciente, lejos de la Tierra, sí, que otro lo sabe y no me lo dice? Pero esto no encajaría en absoluto con el resto de mis creencias. Tampoco es que pueda describir el sistema de estas creencias. Pero mis creencias forman un sistema, un edificio.
103. Y si ahora dijera: “Es mi convicción inquebrantable que etc.”, en este caso significa también que no he llegado conscientemente a la convicción a través de cierto raciocinio, sino que está anclada de tal manera en todas mis preguntas y respuestas que no puedo tocarla.
104. También estoy convencido, por ejemplo, de que el sol no es un agujero en el firmamento.
105. Todas las pruebas, toda la corroboración y la invalidez de una suposición ya tienen lugar dentro de un sistema. Y este sistema no es un punto de partida más o menos arbitrario y dudoso de todos nuestros argumentos, sino que pertenece a la esencia de lo que llamamos argumento. El sistema no es tanto el punto de partida como el elemento vital de los argumentos.
106. Un adulto le dijo a un niño que había estado en la Luna. El niño me lo contó y yo le dije que solo era una broma, que fulanito no había estado en la luna, que nadie había estado en la luna, que la luna estaba muy, muy lejos de nosotros, y que no se podía subir ni volar hasta allí. – Si el niño hubiera insistido en que tal vez hay una forma de llegar, pero yo no la conozco, etc., ¿qué hubiera podido decirle? ¿Qué podría decirles a los adultos de una tribu que creen que a veces se va a la Luna (tal vez interpretan así sus sueños) y que admiten, sin embargo, que no se puede subir ni volar hasta allí por medios ordinarios? – Pero un niño no suele aferrarse a esa creencia y pronto se convencerá de lo que le decimos en serio.
107. ¿No es lo mismo que enseñar a un niño a creer en Dios o a creer que Dios no existe, y que sea capaz de dar razones convincentes a favor de una u otra cosa, según el caso?
108. Pero, ¿no existe una verdad objetiva? ¿No es cierto o falso que alguien ha estado en la Luna?”. Si pensamos en nuestro sistema, es seguro que ningún hombre ha estado nunca en la Luna. No solo personas razonables nunca nos han informado seriamente de tal cosa, sino que todo nuestro sistema de física nos prohíbe creerlo. Porque exige respuestas a las preguntas: “¿Cómo superó la gravedad?”, “¿Cómo pudo vivir sin atmósfera?” y mil más que serían imposibles de contestar. Pero qué pasaría si, en lugar de todas estas respuestas, se nos contestara: “No sabemos cómo llegar a la Luna, pero los que llegan reconocen enseguida que están allí; y ni siquiera tú puedes explicarlo todo”. Nos sentiríamos muy distantes intelectualmente de quien dijera esto.
109. “Una proposición experiencial puede ser probada” (decimos). ¿Pero cómo? ¿Y con qué medios?
110. ¿Qué vale como su prueba? – “Pero, ¿es esta una prueba suficiente? Y, si es así, ¿no debe reconocerse como tal en la lógica?”. – Como si el razonamiento no hubiera llegado a su fin. Pero el final no es la premisa infundada, sino el curso de acción infundado.
111. “Sé que nunca he estado en la luna”. – Esto suena bastante diferente en circunstancias reales de lo que sonaría si algunas personas hubieran estado en la Luna y quizá algunas sin saberlo ellas mismas. En ese caso se podrían dar razones para este conocimiento. ¿No existe aquí una relación similar a la que existe entre la regla general de la multiplicación y ciertas multiplicaciones realizadas?
Quiero decir: que no he estado en la luna es para mí tan cierto como puede serlo cualquier justificación.
112. ¿Y no es eso lo que Moore está diciendo cuando dice que sabe todas estas cosas? – Pero, ¿se trata realmente de lo que él sabe, y no de que algunas de estas proposiciones deban ser ciertas para nosotros?
113. Si alguien quiere enseñarnos matemáticas, no empezará asegurándonos que sabe que a + b = b + a.
114. Quien no está seguro de ningún hecho, no puede estar seguro del significado de sus palabras.
115. Quien quisiera dudar de todo no llegaría a la duda. El propio juego de la duda presupone la certeza.
116. En lugar de decir: “sé que...”, ¿no podría haber dicho Moore: “para mí es seguro que...”? Y también: “es cierto para mí y para muchos otros...”.
117. ¿Por qué no puedo dudar de que nunca he estado en la Luna? ¿Y cómo podría intentar hacerlo?
Para empezar, la suposición de que, después de todo, tal vez he estado ahí me parecía ociosa. Nada se desprendería de eso, nada se explicaría por eso. No tenía nada que ver con nada en mi vida.
Cuando digo “nada habla a favor y todo en contra”, esto ya presupone un principio de hablar a favor y en contra. Es decir, debo ser capaz de decir lo que habla a favor.
118. ¿Sería correcto decir ahora: nadie ha abierto todavía mi cráneo para ver si hay un cerebro en él; pero todo habla a favor y nada en contra de que se encuentre uno en él?
119. ¿Pero también se puede decir: nada habla en contra y todo habla a favor de que la mesa está ahí aunque nadie la vea? ¿Qué dice a su favor?
120. Pero si uno dudara, ¿cómo se mostraría esa duda en la práctica? ¿Y no podríamos dejarlo tranquilamente dudar, ya que no hay ninguna diferencia?
121. ¿Se puede decir: “donde no hay duda, no hay conocimiento”?
122. ¿No necesitas razones para dudar?
123. Mire donde mire, no encuentro motivos para dudar de que...
124. Quiero decir: utilizamos los juicios como principio(s) de juicio.
125. Si un ciego me preguntara: “¿Tienes dos manos?”, no me aseguraría a través de la vista. Sí, si dudara de eso, no sé por qué debería confiar en mis ojos. Sí, ¿por qué no voy a poner mis ojos a prueba al verificar si veo las dos manos? ¡¿Qué hay que probar con qué?! (¿Quién decide lo que es cierto?)
¿Y qué significa la afirmación de que esto y aquello es cierto?
126. No estoy más seguro del significado de mis palabras que de ciertos juicios. ¿Puedo dudar de que este color se llame “azul”?
(Mis) dudas forman un sistema.
127. Porque, ¿cómo sé que alguien duda? ¿Cómo sé que utiliza las palabras “yo dudo de eso” como yo?
128. Aprendí a juzgar así desde que era niño. Eso es juzgar.
129. Así es como aprendí a juzgar; esto es lo que he llegado a conocer como juicio.
130. Pero, ¿no es la experiencia la que nos enseña a juzgar así, es decir, que es correcto juzgar así? Pero, ¿cómo nos enseña la experiencia? Podemos deducirlo de ella, pero la experiencia no nos aconseja deducir nada de ella. Si es el fundamento lo que juzgamos de este modo (y no meramente la causa), no tenemos por qué considerarla un fundamento.
131. No, la experiencia no es el fundamento de nuestro juego de juicios. Tampoco su éxito magnífico.
132. La gente ha juzgado que un rey puede hacer llover; nosotros decimos que esto es contrario a la experiencia. Hoy se juzga que los aviones, las radios, etc. son medios para acercar a los pueblos y difundir la cultura.
133. En circunstancias normales no me convenzo por la vista de si tengo dos manos. ¿Por qué no? ¿La experiencia ha demostrado que no es necesario? O (también): ¿Hemos aprendido, de alguna manera, una ley general de inducción y ahora, aquí, también confiamos en ella? – Pero, ¿por qué habríamos de aprender primero una ley general y no la especial de una vez?
134. Cuando meto un libro en un cajón doy por hecho que está ahí, a menos que... “La experiencia siempre me da la razón. Todavía no se ha dado ningún caso bien acreditado de que un libro (simplemente) desaparezca”. A menudo ha ocurrido que un libro no se ha vuelto a encontrar, aunque creíamos saber con certeza dónde estaba. – Pero la experiencia enseña realmente que un libro, por ejemplo, no desaparece. (Por ejemplo, no se evapora poco a poco.) – ¿Pero es esta experiencia con los libros, etc., la que nos hace suponer que el libro no ha desaparecido? Ahora bien, supongamos que descubrimos que, en determinadas circunstancias nuevas, los libros desaparecen: ¿no cambiaríamos nuestra suposición? ¿Podemos negar el efecto de la experiencia en nuestro sistema de suposiciones?
135. ¿Pero no seguimos el principio de que todo lo que siempre ha pasado volverá a pasar (o algo así)? – ¿Qué significa seguir este principio? ¿Realmente lo incorporamos a nuestra razón de ser? ¿O es simplemente la ley de la naturaleza la que parece seguir nuestra deducción? Puede que sea esto último. No es un eslabón en la cadena de nuestro razonamiento.
136. Cuando Moore dice que sabe esto y aquello, en realidad está enumerando todas las proposiciones de la experiencia que afirmamos sin un examen especial, es decir, proposiciones que desempeñan un papel lógico peculiar en el sistema de nuestras proposiciones de la experiencia.
137. Aunque el más digno de confianza me asegure que sabe que es así y así, esto por sí solo no puede convencerme de que lo sabe. Solo que él cree que lo sabe. Por lo tanto, la seguridad de Moore de que sabe ... no nos interesan. Sin embargo, las frases que Moore enumera como ejemplos de tales verdades conocidas son interesantes. No porque alguien conozca su verdad, o crea conocerlas, sino porque todas desempeñan un papel similar en el sistema de nuestros juicios empíricos.
138. No llegamos a ninguno de ellos, por ejemplo, a través de una investigación.
Existen, por ejemplo, estudios e investigaciones históricas sobre la forma y también (sobre) la edad de la Tierra, pero no sobre si la Tierra existía en los últimos 100 años. Es cierto que muchos de nosotros escuchamos informes, tenemos noticias sobre este periodo de nuestros padres y abuelos; pero ¿no podrían estar equivocados? – “¡Tonterías!”, dirás, “¡cómo puede estar equivocada toda esta gente!”. Pero, ¿es eso un argumento? ¿No es simplemente el rechazo de una idea? ¿Y quizás una definición de concepto? Porque si hablo aquí de un posible error, cambia el papel que “error” y “verdad” desempeñan en nuestras vidas.
139. Para definir una práctica no bastan las normas, también hacen falta ejemplos. Nuestras normas dejan puertas traseras abiertas y la práctica debe hablar por sí misma.
140. No aprendemos la práctica del juicio empírico aprendiendo reglas; nos enseñan juicios y su conexión con otros juicios. Se nos hace plausible un conjunto de juicios.
141. Cuando empezamos a creer algo, no se trata de una única proposición, sino de todo un sistema de proposiciones. (La luz se eleva gradualmente sobre el conjunto).
142. No son los axiomas individuales los que tienen sentido para mí, sino un sistema en el que las consecuencias y las premisas se apoyan mutuamente.
143. Por ejemplo, me han dicho que alguien escaló esta montaña hace muchos años. ¿Investigo siempre la credibilidad del narrador y si esa montaña existió hace años? Un niño aprende mucho más tarde que hay narradores creíbles y no creíbles de lo que aprende los hechos que se le cuentan. Para nada aprende que esa montaña existió hace mucho tiempo; es decir, no se plantea la cuestión de si existió o no. Se traga, por así decirlo, esta conclusión con lo que aprende.
144. El niño aprende a creer muchas cosas. Esto significa, por ejemplo, que aprende a actuar de acuerdo con esta creencia. Poco a poco se va formando un sistema de creencias, y en él algunas cosas son inamoviblemente fijas, otras son más o menos móviles. Lo que se fija no lo hace porque sea obvio o plausible en sí mismo, sino que se mantiene en su sitio por lo que hay a su alrededor.
145. Uno quiere decir “Todas mis experiencias muestran que es así”. Pero ¿cómo lo hacen? Porque esa frase que se señala también forma parte de su interpretación particular.
“Que yo considere esta frase seguramente cierta, también caracteriza mi interpretación de la experiencia”.
146. Nos hacemos una imagen de la Tierra como una esfera que flota libremente en el espacio y no cambia significativamente en 100 años. Nos hacemos la imagen, etc., y esta imagen nos ayuda ahora a juzgar diversos hechos.
Sin embargo, puedo calcular las dimensiones de un puente, a veces calcular que aquí un puente es más barato que un transbordador, etc., etc., pero tengo que empezar en algún sitio con una suposición o una decisión.
147. La imagen de la Tierra como una esfera es una buena imagen, se demuestra en todas partes, también es una imagen sencilla – en suma: trabajamos con esa imagen sin dudar.
148. ¿Por qué no busco convencerme de que aún tengo dos pies cuando quiero levantarme de la silla? No hay por qué. Simplemente no lo hago. Así es como actúo.
149. Mis propios juicios caracterizan mi forma de juzgar, la esencia del juicio.
150. ¿Cómo juzga uno cuál es su mano derecha y cuál su mano izquierda? ¿Cómo sé que mi juicio coincidirá con el de los demás? ¿Cómo sé que este color es azul? Si no confío en mí mismo, ¿por qué debería confiar en el juicio del otro? ¿Hay un por qué? ¿No tengo que empezar a confiar en alguna parte? Es decir, tengo que empezar por no dudar; y eso no es, por así decirlo, precipitado, sino perdonable, aunque forma parte del juicio.
151. Quisiera decir: Moore no sabe lo que dice saber, pero es cierto para él, como lo es para mí; considerarlo cierto pertenece al método de nuestra duda e investigación.
152. No aprendo explícitamente las proposiciones que están fijas para mí. Puedo encontrarlas después, como el eje de rotación de un cuerpo que gira. Este eje no está fijo en el sentido de que se mantenga firme, sino que el movimiento en torno a él lo determina como inmóvil.
153. Nadie me ha enseñado que mis manos no desaparecerán si no las cuido. Tampoco puede decirse que presupongo la verdad de esta proposición en mis afirmaciones, etc. (como si descansaran en ella), mientras que solo adquiere sentido a través de que la afirmemos de otro modo.
154. Hay casos de tal índole que si alguien da signos de duda donde nosotros no dudamos, no podemos con certeza entender sus signos como signos de duda.
Es decir: Para que podamos entender sus signos de duda como tales, debe darlos solo en ciertos casos y no en otros.
155. Una persona no puede equivocarse en determinadas circunstancias. (“Puede” se utiliza aquí lógicamente, y la proposición no dice que en estas circunstancias el hombre no pueda decir nada malo). Si Moore afirmara lo contrario de las proposiciones que declara ciertas, no solo no estaríamos de acuerdo con él, sino que pensaríamos que está trastornado.
156. Para que una persona se equivoque, debe juzgar conforme a la humanidad.
157. ¿Qué pasaría si una persona no pudiera recordar si siempre ha tenido cinco dedos o dos manos? ¿Lo entenderíamos? ¿Podemos estar seguros de que le entendemos?
158. ¿Puedo equivocarme, por ejemplo, si las simples palabras que forman esta proposición son palabras alemanas cuyo significado conozco?
159. De niños aprendemos hechos; por ejemplo, que todo ser humano tiene un cerebro y los aceptamos con fe. Creo que existe una isla, Australia, de tal o cual forma, etc., etc., creo que tuve bisabuelos, que las personas que pretendían ser mis padres eran realmente mis padres, etc. Esta creencia nunca puede expresarse, es más, el pensamiento de que es así nunca puede pensarse.
160. El niño aprende creyendo al adulto. La duda viene después de la creencia.
161. He aprendido mucho y lo he aceptado por la autoridad de las personas, y luego he encontrado algunas cosas confirmadas o invalidadas por mi propia experiencia.
162. En general, creo que lo que dicen los libros de texto, por ejemplo los de geografía, es cierto. ¿Por qué? Yo digo: todos estos hechos han sido confirmados cientos de veces. ¿Pero cómo lo sé? ¿Qué pruebas tengo de eso? Tengo una visión del mundo. ¿Es verdad o mentira? Es sobre todo el sustrato de todas mis investigaciones y afirmaciones. Las proposiciones que lo describen no están todas igualmente sujetas a examen.
163. ¿Alguien comprueba si esta mesa sigue aquí si nadie le presta atención? Comprobamos la historia de Napoleón, pero no si todos los informes sobre él se basan en engaños, fraudes y cosas similares. Sí, cuando hacemos alguna prueba, ya estamos presuponiendo que algo no se ha comprobado. ¿Debo decir ahora que el experimento que hago para probar una proposición presupone la verdad de la proposición, que el aparato que creo ver está realmente aquí (y cosas por el estilo)?
164. ¿No tienen fin las pruebas?
165. Un niño podría decirle a otro: “sé que la Tierra tiene muchos cientos de años”, y eso significaría: lo he aprendido.
166. La dificultad estriba en ver lo infundado de nuestra creencia.
167. Está claro que nuestras declaraciones de experiencia no tienen todas el mismo estatus, ya que se puede determinar así una proposición y convertirla de una proposición de experiencia en una norma de descripción.
Pensemos en las investigaciones químicas. Lavoisier hace experimentos con sustancias en su laboratorio y llega a la conclusión de que durante la combustión ocurre esto y aquello. No dice que las cosas podrían ser diferentes en otro momento. Adopta una determinada visión del mundo, sí, claro que no la inventó, sino la aprendió de niño. Digo visión del mundo y no hipótesis porque es la base evidente de su investigación y no se expresa como tal.
168. Pero, ¿qué papel desempeña la condición previa de que una sustancia A reaccione siempre de la misma manera ante una sustancia B en las mismas circunstancias? ¿O forma parte de la definición de sustancia?
169. Se podría pensar que existen proposiciones que afirman que la química es posible. Y estas serían proposiciones de una ciencia natural. ¿En qué deben basarse, si no es en la experiencia?
170. Creo lo que la gente me comunica de una determinada manera. Así creo yo los hechos geográficos, químicos, históricos, etc. Así es como aprendo las ciencias. Sí, el aprendizaje se basa, por supuesto, en creer.
Los que se han enterado de que el Mont Blanc tiene 4,000 m de altura, los que lo han buscado en el mapa, ahora dicen que lo saben.
¿Y podemos decir ahora: medimos nuestra confianza de este modo porque así se ha demostrado?
171. Una razón principal para que Moore crea que no estuvo en la Luna es que nadie ha estado en la Luna y ha podido llegar ahí; y lo creemos por lo que aprendemos.
172. Tal vez alguien diga: “seguramente debe haber un principio subyacente a esta confianza”, pero ¿qué puede conseguir tal principio? ¿Es algo más que una ley natural de “ser verdad”?
173. ¿Está entonces en mi poder lo que creo o lo que creo inquebrantablemente?
Creo que hay un sillón allí. ¿No puedo equivocarme? ¿Pero puedo creer que estoy equivocado? Sí, ¿puedo considerarlo? – ¡¿Y no podría aferrarme a mi creencia, sin importar lo que aprenda después?! Pero, ¿está ahora bien fundada mi fe?
174. Actúo con total certeza. Pero esta certeza es mía.
175. Le digo al otro: “Lo sé”, y aquí hay una justificación. Pero no hay ninguna para mi creencia.
176. En lugar de “Lo sé”, en algunos casos se puede decir “Es así; confía en eso”. Pero en algunos casos: “Eso lo aprendí hace años”; y a veces: “Seguro que es así”.
177. Lo que sé, lo creo.
178. El uso erróneo que Moore hace de la frase “Sé que...” es que la considera una afirmación de la que se puede dudar tan poco como, por ejemplo: “Me duele algo”. Y puesto que a “Sé que es así” le sigue “Es así”, tampoco esto puede ponerse en duda.
179. Sería correcto decir: “Creo que...” tiene una verdad subjetiva; pero “Sé que...” no.
180. O también: “Creo que...” es una observación, pero “Sé que...” no lo es.
181. ¿Qué hubiera pasado si en lugar de “lo sé...” Moore hubiera dicho “lo juro...”?
182. La idea más primitiva es que la Tierra nunca tuvo un principio. Ningún niño tiene motivos para preguntarse desde cuándo existe la Tierra, porque todos los cambios se producen en ella. Si lo que llamamos la Tierra surgió realmente una vez, lo cual es bastante difícil de imaginar, es natural suponer que el comienzo fue en tiempos inmemoriales.
183. “Es cierto que Napoleón, después de la batalla de Austerlitz ... Entonces también es cierto que la Tierra existía entonces”.
184. Es cierto que no bajamos a este planeta desde otro planeta hace cien años”. Bueno, tan cierto como tales cosas lo son.
185. Me parecería ridículo dudar de la existencia de Napoleón; pero si alguien dudara de la existencia de la Tierra hace 150 años estaría más dispuesto a escucharle, porque ahora duda de todo nuestro sistema de pruebas. No me parece que este sistema sea más cierto que una certeza contenida en él.
186. “Podría suponer que Napoleón nunca existió y es una fábula, pero no que la Tierra no existía hace 150 años”.
187. “¿Sabes que la tierra existía entonces?” – “Por supuesto que lo sé. Me lo dijo alguien que lo sabe muy bien”.
188. Me parece que quien ahora duda de la existencia de la Tierra en aquella época debe tocar la esencia de toda evidencia histórica. Y de esto no puedo decir que sea ciertamente correcto.
189. Por una vez hay que pasar de la explicación a la mera descripción.
190. Lo que llamamos evidencia histórica sugiere que la Tierra existía mucho antes de que yo naciera; – la hipótesis contraria no tiene nada a su favor.
191. Si todo habla a favor de una hipótesis y nada en contra, ¿es ciertamente verdadera? Se puede decir que sí. – Pero, ¿responde ciertamente a la realidad, a los hechos? – Con esta pregunta ya te estás moviendo en círculos.
192. Por supuesto hay una justificación; pero la justificación tiene un límite.
193. ¿Qué significa que la verdad de una proposición sea cierta?
194. Con la palabra “cierta” expresamos plena convicción, la ausencia de toda duda, e intentamos convencer a la otra persona. Se trata de una certeza subjetiva.
Pero, ¿cuándo algo es objetivamente cierto? – Cuando un error no es posible. Pero, ¿qué clase de posibilidad es esa? ¿No hay que excluir lógicamente el error?
195. Si creo que estoy sentado en mi habitación y no es así, no se dirá que estoy equivocado: pero ¿cuál es la diferencia esencial de un error con este caso?
196. Una evidencia cierta es aquella que aceptamos como absolutamente cierta, según la cual actuamos con certeza sin dudar.
Lo que llamamos “error” desempeña un papel muy específico en nuestros juegos de lenguaje, y lo mismo ocurre con lo que consideramos evidencias ciertas.
197. Pero no tendría sentido decir que consideramos algo como una evidencia cierta porque es absolutamente cierto.
198. Más bien debemos considerar en primer lugar el papel de la decisión a favor y en contra de una proposición.
199. Hay algo engañoso en el uso de “verdadero o falso”, porque es como decir “está de acuerdo o en desacuerdo con los hechos”, sin embargo, lo que se cuestiona aquí es precisamente el “consenso”.
200. “La proposición es verdadera o falsa” en realidad solo significa que debe ser posible una decisión a favor o en contra. Pero eso no dice cuál es el motivo de tal decisión.
201. Piensa, alguien preguntó: “¿Es realmente correcto que confiemos en las pruebas de nuestra memoria (o sentidos) como lo hacemos?”.
202. Ciertas proposiciones de Moore casi dicen que tenemos derecho a confiar en estas pruebas.
203. [Todo lo que consideramos pruebas apunta a que la Tierra existía mucho antes de mi nacimiento. La hipótesis contraria no tiene corroboración.
Incluso si todo habla a favor de una hipótesis, nada en contra – ¿es objetivamente cierta? Puedes llamarla así. ¿Pero coincide necesariamente con el mundo de los hechos? Cuando mucho, nos muestra lo que significa “estar de acuerdo”. Nos resulta difícil imaginarla (como) falsa, pero también difícil hacer alguna aplicación de ella]. Entonces, ¿en qué consiste este consenso, sino en que lo que se evidencia en estos juegos de lenguaje habla a favor de nuestra proposición? (Tractatus Logico-Philosophicus)
204. Pero el razonamiento, la justificación de la evidencia, llega a su fin; – el fin, sin embargo, no es que ciertas proposiciones nos parezcan inmediatamente verdaderas, es decir, una especie de ver por nuestra parte, sino nuestro actuar, que está en el fondo del juego de lenguaje.
205. Si lo verdadero es lo justificado, entonces la causa no es verdadera, ni falsa.
206. Si alguien nos preguntara: “¿Pero esto es verdad?”, podríamos decirle: “Sí”; y si nos pidiera razones podríamos decirle: “No puedo darte razones, pero cuando aprendas más, también serás de esa opinión”.
Si no llegara a eso, significaría que no podría aprender historia, por ejemplo.
207. “¡Extraña coincidencia que todas las personas cuyos cráneos fueron abiertos tuvieran cerebro!”
208. Tengo una conversación telefónica con alguien en Nueva York. Mi amigo me informa que sus arbolitos están dando brotes de tal y cual forma. Ahora estoy convencido de que el pequeño árbol es ... ¿También estoy convencido de que la Tierra existe?
209. Que la Tierra existe es más bien una parte del conjunto que constituye el punto de partida de mi creencia.
210. ¿Confirma mi conversación telefónica con mi amigo en N. Y. mi convicción de que la Tierra existe?
Algunas cosas nos parecen fijas y se retiran de la circulación. Se les desplaza a una vía muerta, por así decirlo.
211. Ahora demos forma a nuestras contemplaciones, a nuestras investigaciones. Tal vez se discutió en otra época. Pero quizá forme parte del marco de todas nuestras contemplaciones desde tiempos inmemoriales. (Todo ser humano tiene padres.)
212. Por ejemplo, consideramos que un cálculo está suficientemente controlado en determinadas circunstancias. ¿Qué nos da derecho a hacerlo? ¿Experiencia? ¿No podría engañarnos? Tenemos que dejar de justificar en alguna parte, y entonces nos quedamos con la frase: porque calculamos de esta manera.
213. Nuestras “proposiciones empíricas” no forman una masa homogénea.
214. ¿Qué me impide suponer que esta mesa, cuando nadie la mira, desaparece o cambia de forma y color y ahora, cuando alguien la vuelve a mirar, vuelve a su estado anterior? – “¡Pero quién va a suponer tal cosa!” – uno quisiera decir.
215. Aquí vemos que la idea de “conformidad con la realidad” no tiene una aplicación clara.
216. La proposición: “Está escrito”.
217. A quien suponga que todos nuestros cálculos son inciertos y que no podemos fiarnos de ninguno de ellos (con la justificación de que los errores son posibles en todas partes), quizá lo declararíamos loco. Pero, ¿podemos decir que se equivoca? ¿No reacciona simplemente de forma diferente: nosotros confiamos, él no, nosotros estamos seguros, él no?
218. ¿Puedo creer por un momento que he estado en la estratosfera? No. Así que sé lo contrario, ¿como Moore?
219. Para mí, como persona razonable, no cabe ninguna duda. – Eso es todo. –
220. Una persona razonable no tiene ciertas dudas.
221. ¿Puedo dudar de lo que quiero dudar?
222. No puedo dudar de que nunca he estado en la estratosfera. ¿Es por eso que lo sé, es verdad?
223. ¿No podría estar loco y no dudar de lo que debería dudar absolutamente?
224. “Sé que nunca ocurrió, porque si hubiera ocurrido, no lo habría podido olvidar”.
Pero si hubiera ocurrido, lo habrías olvidado. ¿Y cómo sabes que es imposible que lo hayas olvidado? ¿No solo por experiencias pasadas?
225. A lo que me aferro no es a una proposición, sino a un nido de proposiciones.
226. ¿Puedo siquiera considerar seriamente la suposición de que alguna vez estuve en la Luna?
227. “¡¿Es algo que se pueda olvidar?!”
228. “En tales circunstancias, la gente no dice: 'Tal vez todos lo hayamos olvidado' y cosas por el estilo, sino asume...”
229. Nuestra habla recibe su significado a través de nuestras otras acciones.
230. Nos preguntamos: ¿Qué hacemos con la afirmación: “Sé que...”? Porque no se trata de procesos o estados mentales. Y así tenemos que decidir si algo es conocimiento o no.
231. Si alguien dudara de la existencia de la Tierra hace 100 años, yo no lo entendería porque no sabría qué aceptaría todavía como prueba y qué no.
232. “De cada uno de estos hechos podríamos dudar, pero de todos ellos no podemos dudar”.
¿No sería más correcto decir: “no dudamos de todos ellos”?
El hecho de que no dudemos de todos ellos es precisamente la forma en que juzgamos, es decir, actuamos.
233. Si un niño me preguntara si la Tierra ya existía antes de que yo naciera, le respondería que la Tierra no existe solo desde mi nacimiento, sino que existe desde mucho, mucho antes. Y tendría la sensación de estar diciendo algo gracioso. Como si el niño hubiera preguntado si una montaña era más alta que una casa que había visto. Solo podría responder a esa pregunta si primero le enseñara una visión del mundo.
Si ahora respondo a la pregunta con certeza, ¿qué me da esa certeza?
234. Creo que tengo antepasados y que todas las personas los tienen. Creo que hay diferentes ciudades, y en general en los principales datos de la geografía y la historia. Creo que la Tierra es un cuerpo sobre cuya superficie nos movemos, y que no desaparece más repentinamente ni nada parecido que cualquier otro cuerpo sólido: esta mesa, esta casa, este árbol, etc. Creo en la existencia de la Tierra. Si quisiera dudar de la existencia de la Tierra mucho antes de que yo naciera, tendría que dudar de todo lo que para mí es cierto.
235. Y el hecho de que algo me parezca cierto no se debe a mi estupidez o credulidad.
236. Si uno dijera: “No hace mucho que la Tierra...” – ¿qué estaría impugnando? ¿Lo sé?
¿Tendría que ser una supuesta creencia científica? ¿No podría ser una mística? ¿Tiene que contradecir necesariamente los hechos históricos? Sí, ¿incluso geográficos?
237. Cuando digo “Esta mesa no existía hace una hora”, probablemente quiero decir que fue fabricada más tarde.
Si digo: “esta montaña no existía en aquella época” probablemente quiero decir que se formó más tarde, quizá por causas volcánicas.
Si digo: “esta montaña no existía hace media hora” es una afirmación tan extraña que no queda claro lo que quiero decir. Por ejemplo, si quiero decir algo falso pero científico. Tal vez se piense que la afirmación de que la montaña no existía en aquella época es bastante clara, se piense lo que se piense del contexto. Pero pensemos que alguien dijo: “Esta montaña no existía hace un minuto, pero sí otra exactamente igual”. Solo el entorno familiar hace que parezca claro lo que se quiere decir.
238. Así que podría interrogar a quien dice que la Tierra no existía antes de que él naciera para averiguar con cuál de mis creencias está en contradicción. Y podría ser que él contradijera mis creencias básicas. Y si ese fuera el caso, tendría que dejarlo así.
Del mismo modo, si dijera que alguna vez estuvo en la Luna.
239. Sí, creo que todo ser humano tiene dos padres humanos; pero los católicos creen que Jesús solo tuvo una madre humana. Y otros podrían creer que hay seres humanos que no tienen padres, y no dar crédito a toda prueba que demuestre lo contrario. Los católicos también creen que una hostia cambia totalmente de naturaleza en determinadas circunstancias, y al mismo tiempo que todas las pruebas demuestran lo contrario. Así que si Moore dijera “sé que esto es vino y no sangre”, los católicos no estarían de acuerdo con él.
240. ¿En qué se basa la creencia de que todos los seres humanos tienen padres? En la experiencia. ¿Y cómo puedo basar esta creencia segura en mi experiencia? Pues bien, me baso no solo en conocer a los padres de ciertos seres humanos, sino en todo lo que he aprendido sobre la vida sexual de los seres humanos y su anatomía y fisiología; también en lo que he oído y visto de los animales. Pero, ¿eso es realmente una prueba?
241. ¿No hay aquí una hipótesis que, como lo creo, siempre se confirma por completo?
242. ¿No debemos decir a cada paso: “Creo esto con certeza”?
243. “Sé que...” se dice cuando uno está dispuesto a dar razones de peso. “Sé” se refiere a la posibilidad de decir la verdad. Se puede demostrar si alguien sabe algo suponiendo que esté convencido de ello.
Pero si lo que alguien cree es de tal naturaleza que las razones que puede dar no son más seguras que su afirmación, no puede decir que sabe lo que cree.
244. Si alguien dice: “Tengo un cuerpo”, se le puede preguntar “¿Quién habla aquí con esta boca?”
245. ¿A quién le dice uno que sabe algo? A sí mismo o a otro. Si se lo dice a sí mismo, ¿en qué se diferencia de decir que está seguro de que es así? No hay certeza subjetiva de que yo sepa algo. Lo subjetivo es certeza, pero no conocimiento. Así pues, cuando me digo a mí mismo: “sé que tengo dos manos”, y esto no solo para expresar mi certeza subjetiva, debo ser capaz de convencerme de que estoy en lo cierto. Pero no puedo, porque que tenga dos manos no es menos cierto antes de haberlas mirado que después. Pero podría decir: “Que tengo dos manos es una creencia incontrovertible”. Eso significaría que no estoy dispuesto a aceptar nada como prueba de lo contrario de esta proposición.
246. “Aquí he llegado al fundamento de todas mis creencias”. “¡Esta es la posición que sostendré!” ¿Pero no es solo porque estoy completamente convencido de eso? – ¿Cómo es eso: estar completamente convencido?
247. ¿Cómo sería dudar ahora de que tengo dos manos? ¿Por qué no puedo ni imaginarlo? ¿Qué creería si no lo creyera? Todavía no tengo un sistema en el que pueda existir esta duda.
248. He llegado al fondo de mis convicciones.
Y casi se podría decir que este muro, este cimiento, está sostenido por toda la casa.
249. Uno se hace una idea equivocada de la duda.
250. Que tengo dos manos es, en circunstancias normales, tan cierto como cualquier cosa que pueda mencionar como prueba de eso.
Por lo tanto, no puedo tomar el ver mi mano como prueba.
251. ¿No significa eso: actuaré sin falta según esta creencia y no me dejaré distraer por nada?
252. Pero no es solo que yo crea de este modo que tengo dos manos, sino que toda persona sensata lo cree.
253. En el fondo de la creencia justificada está la creencia injustificada.
254. Toda persona “razonable” actúa así.
255. La duda tiene ciertas expresiones características, pero solo le son propias en determinadas circunstancias. Si alguien dijera que duda de la existencia de sus manos, las mirara una y otra vez de todos lados, intentara convencerse de que no hay reflejo o cosas por el estilo, no estaríamos seguros de si deberíamos llamar a eso dudar. Podríamos describir su forma de actuar como la de los que dudan, pero su juego no sería el nuestro.
256. Por otra parte, el juego de lenguaje cambia con el tiempo.
257. Si alguien me dijera que duda de tener un cuerpo, lo tomaría por alguien medio tonto. Pero no sabría lo que significaría convencerlo de que tiene uno. Y si yo hubiera dicho algo que le hubiera disipado la duda, no sabría cómo ni por qué.
258. No sé cómo se utiliza la proposición: “Tengo un cuerpo”.
Esto no aplica necesariamente a la proposición de que siempre he estado en la tierra o cerca de ella.
259. Quien dudara de la existencia de la Tierra durante 100 años podría tener una duda científica o filosófica.
260. Me gustaría reservar la expresión “lo sé” para los casos en que se utiliza en el discurso lingüístico normal.
261. Ahora no puedo imaginar una duda razonable sobre la existencia de la Tierra durante los últimos 100 años.
262. Me puedo imaginar a una persona que haya crecido en circunstancias muy especiales y a la que le hayan enseñado que la Tierra se creó hace 50 años y que, por lo tanto, también lo crea. Podríamos enseñarle que la Tierra existe desde hace mucho tiempo, etc. Intentaríamos transmitirle nuestra visión del mundo.
Esto se haría mediante algún tipo de persuasión.
263. El alumno les cree a sus profesores y a los libros de texto.
264. Podría imaginar el caso en que Moore es capturado por una tribu de salvajes y estos expresan la sospecha de que procede de algún lugar entre la Tierra y la Luna. Moore les dice que lo sabe... pero no puede darles las razones de su certeza porque tienen ideas fantásticas sobre la capacidad de un hombre para volar y no saben nada de física. Esta sería una oportunidad para hacer esa declaración.
265. Pero, ¿qué dice más allá de: “nunca he estado ahí ni allá y tengo razones de peso para creerlo”?
266. Y aún aquí habría que decir qué son razones de peso.
267. “No solo tengo la impresión visual de un árbol, sino sé que ese es un árbol”.
268. “Sé que esto es una mano”. – ¿Y qué es una mano? – “Bueno, esto, por ejemplo”.
269. ¿Estoy más seguro de no haber estado nunca en la Luna que de no haber estado nunca en Bulgaria? ¿Por qué estoy tan seguro? Bueno, yo sé que tampoco he estado nunca cerca de ahí, por ejemplo, en los Balcanes.
270. “Tengo razones de peso para mi certeza”. Estas razones hacen que la certeza sea un objetivo.
271. No me corresponde a mí decidir qué es una razón válida para algo.
272. Lo sé = es algo que conozco como cierto.
273. Pero, ¿cuándo se dice que algo es cierto?
Porque es discutible si algo es cierto; a saber, si algo es objetivamente cierto.
Hay un sinfín de proposiciones generales de la experiencia que damos por sentadas.
274. Que a quien le cortan un brazo, no le vuelve a crecer es una de ellas. Que a quien le cortan la cabeza está muerto y nunca volverá a la vida es otra.
Se puede decir que la experiencia nos enseña estas proposiciones. Pero no nos las enseña de forma aislada; nos enseña un conjunto de proposiciones conectadas. Si estuvieran aisladas, yo podría dudar de ellas, por ejemplo, porque no tengo ninguna experiencia al respecto.
275. Si la experiencia es la base de nuestra certeza, entonces se trata, por supuesto, de la experiencia pasada.
Y no es solo mi experiencia, sino la de los demás, de la que adquiero conocimientos.
Ahora bien, se podría decir que es la experiencia la que nos hace creer a los demás. Pero, ¿qué experiencia me hace creer que los libros de anatomía y fisiología no contienen falsedades? Es cierto que esta confianza también está respaldada por mi propia experiencia.
276. Creemos, por así decirlo, que este gran edificio está ahí, y ahora vemos un rinconcito aquí, un rinconcito allá.
277. “No puedo evitar creer...”
278. “Me tranquiliza que así sea.”
279. Es cierto que los automóviles no nacen de la tierra. – Pensamos que si uno pudiera creer lo contrario, podría creer todo lo que declaramos imposible y negar todo lo que consideramos cierto.
Pero, ¿cómo se relaciona esta creencia con todas las demás? Nos gustaría decir que quien pueda creer esto no acepta todo el sistema de nuestra verificación.
Este sistema es algo que los humanos adquieren mediante la observación y la enseñanza. Deliberadamente no digo “aprenden”.
280. Él, tras haber visto y oído esto y aquello es incapaz de dudar de que...
281. Yo, L. W., creo, estoy seguro, de que mi amigo no tiene aserrín en el cuerpo ni en la cabeza, aunque no tengo pruebas directas de ello por los sentidos. Estoy seguro por lo que me han dicho, lo que he leído y mi experiencia. Dudar de esto me parece una locura, es cierto que, de nuevo, esto implica un acuerdo con otros; pero yo estoy de acuerdo con ellos.
282. No puedo decir que tenga buenas razones para pensar que los gatos no crecen en los árboles o que he tenido un padre y una madre.
Si uno lo duda, ¿cómo podría haber sucedido? ¿No debería haber creído desde el principio que tenía padres? Pero, ¿es esto concebible a menos que se lo hayan enseñado?
283. Porque, ¿cómo puede el niño dudar inmediatamente de lo que se le enseña? Eso solo podía significar que no podía aprender ciertos juegos lingüísticos.
284. Desde los tiempos más remotos, los seres humanos han matado animales, han utilizado sus pieles, huesos, etc., etc., para determinados fines; han contado con encontrar partes similares en cada animal similar.
Siempre han aprendido de la experiencia, y de sus acciones se desprende que creen ciertas cosas con certeza, tanto si expresan esta creencia como si no. Por supuesto, no digo que la gente deba actuar así, sino solo que actúan así.
285. Si uno busca algo y remueve la tierra en un lugar determinado demuestra que cree que lo que busca está allí.
286. Lo que creemos depende de lo que aprendemos. Todos creemos que es imposible llegar a la luna; pero puede haber gente que crea que es posible y que a veces ocurre. Decimos: ellos no saben muchas cosas que nosotros sabemos. Y aunque estén tan seguros de ello se equivocan y nosotros lo sabemos. Si comparamos nuestro sistema de conocimiento con el suyo, el suyo resulta ser mucho más pobre.
23.9.50
287. La ardilla no concluye por inducción que necesitará provisiones el próximo invierno. Tampoco necesitamos una ley de inducción para justificar nuestras acciones y predicciones.
288. No solo sé que la tierra existía mucho antes de que yo naciera, sino también que es un gran cuerpo, que esto ha sido establecido, que yo y otras personas tenemos muchos antepasados, que hay libros sobre todo esto, que tales libros no mienten, etc., etc., etc. ¿Y yo sé todo esto? Me lo creo. Este conjunto de conocimientos me ha sido transmitido y no tengo motivos para dudarlo, sino muchas confirmaciones.
¿Y por qué no debería decir que sé todo esto? ¿No es eso lo que dicen?
Pero no soy solo yo quien sabe o cree todo esto, sino también los demás. O, mejor dicho, creo que se lo creen.
289. Estoy firmemente convencido de que otros creen, creen saber, que todo es así.
290. Yo mismo escribí en mi libro que el niño aprende a entender una palabra de tal o cual manera: ¿Lo sé o lo creo? ¿Por qué no escribo: “creo que...” en tal caso, sino simplemente la oración afirmativa?
291. Sabemos que la Tierra es redonda. Por fin nos hemos convencido de que es redonda.
Permaneceremos en este punto de vista a menos que cambie toda nuestra visión de la naturaleza. “¿Cómo lo sabes?” – Lo creo.
292. Los experimentos posteriores no pueden demostrar que los anteriores sean mentiras, a lo mucho pueden cambiar toda nuestra visión.
293. Lo mismo sucede con la proposición: “El agua hierve a 100º C”.
294. Así es como nos convencemos, a esto se le llama “estar debidamente convencido de eso”.
295. ¿No se tiene, pues, en este sentido, una prueba de la proposición? Pero que algo haya vuelto a ocurrir no es una prueba; sin embargo decimos que nos da derecho a suponerlo.
296. Es lo que llamamos la “justificación empírica” de nuestros supuestos.
297. No solo nos enteramos de que los experimentos resultaron así o asá, sino también de la proposición final. Y, por supuesto, no hay nada malo en ello. Porque esta proposición es un instrumento para ciertos usos.
298. Que estemos bastante seguros de eso significa no solo que cada individuo está seguro de eso, sino que pertenecemos a una comunidad unida por la ciencia y la educación.
299. Estamos convencidos de que la Tierra es redonda[2].
10.3.51
300. No todas las correcciones de nuestros puntos de vista están al mismo nivel.
301. Suponiendo que no sea cierto que la Tierra existía mucho antes de que yo naciera, ¿cómo debe imaginarse el descubrimiento de este error?
302. De nada sirve decir: “Tal vez nos equivoquemos” cuando, si no se puede confiar en ninguna prueba, en el caso de las pruebas actuales no se puede confiar.
303. Por ejemplo, si siempre hemos multiplicado mal y 12 × 12 no son 144, ¿por qué deberíamos fiarnos de cualquier otro cálculo? Y eso, por supuesto, está mal expresado.
304. Pero ni siquiera yo me equivoco en esta fórmula de la tabla de multiplicar. Puedo decir más tarde que ahora estaba confundido, pero no que me equivocara.
305. En este caso es necesario volver a dar un paso similar al de la teoría de la relatividad.
306. “No sé si esto es una mano”. Pero, ¿sabe lo que significa la palabra “mano”? Y no digas: “Ahora sé lo que significa para mí”. ¿Y no es un hecho de la experiencia que esta palabra se usa así?
307. Y aquí es extraño que, aunque estoy completamente seguro del uso de las palabras, y no tengo ninguna duda sobre ellas, no puedo dar, sin embargo, ninguna razón acerca de mi conducta. Si lo intentara podría dar mil, pero ninguna tan cierta como la propia que pretenden justificar.
308. “Saber” y “certeza” pertenecen a categorías diferentes. No son dos “estados de ánimo” como “suponer” y “estar seguro”. (Aquí asumo que tiene sentido que diga: “Sé lo que significa la palabra ‘duda’ {e.g.}” y que esta proposición asigna un papel lógico a la palabra “duda”). Lo que nos interesa ahora no es estar seguros, sino saber. Es decir, nos interesa el hecho de que no puede haber duda sobre ciertas proposiciones empíricas para que un juicio sea posible en absoluto. O también: me inclino a creer que no todo lo que tiene forma de proposición empírica es una proposición empírica.
309. ¿Es que la regla y la proposición empírica se funden?
310. Un alumno y un profesor. El alumno no permite que se le explique nada, pues interrumpe continuamente (al profesor) con dudas, por ejemplo, sobre la existencia de las cosas, el significado de las palabras, etc. El profesor le dice: “No interrumpas más y haz lo que te digo; tus dudas ya no tienen sentido”.
311. O piensa en el estudiante que duda de la historia (y de todo lo relacionado con ella), incluso de si la Tierra existía hace 100 años.
312. Entonces me parece que esta duda está hueca. Pero entonces, ¿no es también hueca la creencia en la historia? No; esto está relacionado con muchas cosas.
313. ¿Así que esto es lo que nos hace creer en una proposición? Bueno, la gramática de “creer” está relacionada con la de la proposición creída.
314. Piensa que el alumno pregunta realmente: “¿Y una mesa también está ahí cuando me doy la vuelta y también cuando nadie la ve? ¿El profesor lo tranquilizará y le dirá: “¡Claro que está ahí!”. –
Tal vez el profesor se impaciente un poco, pero piense que el alumno perderá la costumbre de hacer ese tipo de preguntas.
315. Es decir, el profesor considerará que no se trata realmente de una pregunta legítima.
Y lo mismo pasaría si el alumno dudara de las leyes de la naturaleza, es decir, de la justificación de las conclusiones de la inducción. – El profesor pensaría que esto solo los retrasaría a él y al alumno, que solo se estancaría en el aprendizaje y no llegaría más lejos. – Y tendría razón. Sería como si alguien buscara un objeto en la habitación; abre un cajón y no lo ve ahí dentro; entonces lo vuelve a cerrar, espera y lo vuelve a abrir para ver si ahora está ahí dentro, y así sigue. Aún no ha aprendido a buscar. Y por eso ese alumno aún no ha aprendido a preguntar. No ha aprendido el juego que queremos enseñarle.
316. ¿Y no es lo mismo si el alumno detuviera la lección de historia dudando de si la Tierra realmente...?
317. Esta duda no es una de las dudas de nuestro juego. (¡Pero no es como si hubiéramos elegido este juego!).
12.3.51
318. “La cuestión no se plantea en absoluto”. Su respuesta caracterizaría un método. Pero no existe una frontera clara entre las proposiciones metodológicas y las proposiciones dentro de un método.
319. Pero, ¿no deberíamos decir entonces que no existe una frontera tajante entre las proposiciones de la lógica y las proposiciones de la experiencia? La difuminación es precisamente la de la frontera entre norma y proposición empírica.
320. Aquí creo que hay que recordar que el término “proposición” en sí no es nítido.
321. Lo que digo es que toda proposición empírica puede transformarse en un postulado y entonces se convierte en una norma de representación. Pero también desconfío de esto. La propuesta es demasiado general. Casi nos gustaría decir: “Toda proposición empírica puede, teóricamente, transformarse...”, pero ¿qué significa “teóricamente” en este caso? Se parece demasiado al Tractatus Logico-Philosophicus.
322. ¿Qué, si el discípulo no quería creer que esa montaña siempre ha estado ahí desde tiempos inmemoriales?
Diríamos que no tenía motivos para esta desconfianza.
323. ¿Así que la desconfianza razonable debe tener una razón? También podríamos decir: “Una persona razonable cree esto”.
324. Así que no llamaríamos razonable a quien cree algo a pesar de las pruebas científicas.
325. Cuando decimos que “sabemos que...” queremos decir que toda persona racional en nuestra posición también lo sabría, que no sería razonable dudar de ello. Así que también Moore no solo quiere decir que él sabe que etc. etc., sino también que, en su lugar, toda persona con capacidad de raciocinio también lo sabría.
326. Pero, ¿quién nos dice lo que es razonable creer en esta situación?
327. Así se podría decir: “La persona razonable cree que la tierra existía mucho antes de que ella naciera, que su vida transcurrió en la superficie de la tierra o no muy lejos de ella, que nunca ha estado en la Luna, por ejemplo, que tiene un sistema nervioso y diversas entrañas como todas las demás personas, etc., etc.”.
328. “Lo sé como sé que me llamo L. W.”
329. “Si ella lo duda –sea lo que sea que “duda” signifique aquí– entonces nunca aprenderá este juego”.
330. La proposición: “Sé que...” expresa aquí la voluntad de creer ciertas cosas.
13.3.
331. Si actuamos con convicción y certeza, ¿nos sorprenderá que no podamos dudar de muchas cosas?
332. Piensa en alguien que dice, sin ánimo de filosofar: “No sé si he estado alguna vez en la Luna; no recuerdo haber estado allí”. (¿Por qué esta persona sería tan fundamentalmente distinta de nosotros?)
Sobre todo, ¿cómo sabría que estuvo en la Luna? ¿Cómo se lo imagina? Compara: “No sé si he estado alguna vez en el pueblo X”. Pero tampoco podría decir eso si X estuviera en Turquía, porque sé que nunca he estado en Turquía.
333. Le pregunto a alguien: “¿Has estado alguna vez en China?”. Él responde: “No lo sé”. Uno diría: “¿No lo sabes? ¿Tienes alguna razón para pensar que pudiste haber estado ahí alguna vez? Por ejemplo, ¿estuviste alguna vez cerca de la frontera china? ¿O estaban tus padres allí cuando naciste?”. – Normalmente los europeos saben si estuvieron en China o no.
334. Es decir: la persona razonable solo duda de eso en tales y tales circunstancias.
335. El procedimiento en una sala de audiencias se basa en el hecho de que las circunstancias confieren a las declaraciones una cierta probabilidad. Por ejemplo, la afirmación de que alguien ha nacido sin padres nunca se consideraría allí.
336. Pero lo que a la gente le parece razonable o irrazonable cambia. En ciertos momentos a la gente le parece razonable algo que en otros momentos le parecía irrazonable y viceversa.
Pero, ¿no hay aquí una característica objetiva?
Personas muy inteligentes y cultas creen en el relato de la Biblia sobre la creación, y otras lo consideran notoriamente falso, y esas razones las conocen todos.
337. No se puede experimentar si no se duda de algunas cosas. Pero eso no significa que uno acepte de buena fe ciertos presupuestos. Cuando escribo una carta y la envío por correo, doy por sentado que llegará, eso es lo que espero.
Cuando hago un experimento, no dudo de la existencia del aparato que tengo ante mis ojos. Tengo muchas dudas, pero no esa. Cuando hago un cálculo creo, sin lugar a dudas, que los dígitos del papel no se confunden, también confío continuamente en mi memoria y confío en ella implícitamente. Es la misma certeza de que nunca he estado en la luna.
338. Pero pensemos en personas que nunca estarían completamente seguras de estas cosas, pero que dirían que es muy probable y que no vale la pena dudar. De modo que una persona así, si estuviera en mi lugar, diría: “Es muy improbable que yo haya estado alguna vez en la Luna”, etc., etc. ¿En qué se diferenciaría la vida de estas personas de la nuestra? Al fin y al cabo hay quien dice que solo es muy probable que el agua de la tetera puesta al fuego hierva y no se congele, así que, estrictamente hablando, lo que consideramos imposible solo es improbable. ¿Qué diferencia hay en sus vidas? ¿No será que hablan de ciertas cosas un poco más que los demás?
339. Piensa en una persona que tiene que ir a buscar a su amigo a la estación y ahora no se limita a mirar el horario e ir a la estación a la hora determinada, sino que dice: “No creo que el tren llegue realmente, pero aun así iré a la estación”. Hace todo lo que hace una persona normal, pero lo hace dudando o molesto consigo mismo, etc.
340. Con la misma certeza con la que creemos cualquier teorema matemático, también sabemos pronunciar las letras “A” y “B”, cómo se llama el color de la sangre humana, que otras personas tienen sangre y la llaman “sangre”.
341. Las preguntas que nos hacemos y las dudas que tenemos se basan en el hecho de que ciertas proposiciones están excluidas de la duda, como si fueran los goznes con las que aquellas se mueven.
342. Es decir, forma parte de la lógica de nuestras investigaciones científicas que ciertas cosas no se pongan en duda.
343. Pero no se trata de que no podamos examinar todo y, por lo tanto, tengamos que conformarnos con la suposición. Si quiero que la puerta gire, los goznes deben estar fijos.
344. Mi vida consiste en contentarme con algunas cosas.
345. Cuando pregunto: “¿Qué color ves ahora?” para saber qué color hay ahora, no puedo dudar al mismo tiempo de si el interlocutor entiende alemán, de si quiere engañarme, de si mi propia memoria en cuanto al significado de los nombres de los colores no me defrauda, etc. Solo puedo hacer la pregunta: “¿Qué color ves ahora?
346. Cuando intento dar jaque mate a alguien en el ajedrez, no puedo dudar de si las piezas cambian de posición por voluntad propia y, al mismo tiempo, mi memoria me juega una mala pasada para que no me dé cuenta.
15.3.51
347. “Sé que eso es un árbol”. ¿Por qué siento que no entiendo esta proposición, aunque es una proposición muy sencilla del tipo más ordinario? Es como si no pudiera sintonizar mi mente con ningún significado. Porque no busco el foco en donde está el significado. En cuanto pienso en una aplicación cotidiana de la proposición desde el punto de vista filosófico, su significado se vuelve claro y ordinario.
348. Del mismo modo que las palabras “estoy aquí” solo tienen sentido en determinados contextos, pero no cuando se las digo a quien está sentado frente a mí y me ve claramente, – no porque entonces sean superfluas, sino porque su sentido no está determinado por la situación, sino que necesita tal determinación.
349. “Sé que eso es un árbol”: puede significar cualquier cosa: Miro una planta que creo que es un haya joven, otro piensa que es una planta de grosella. Él dice: “Eso es un arbusto”, yo digo que es un árbol. – Vemos algo en la niebla que uno de nosotros cree que es un ser humano, otro dice: “Sé que eso es un árbol”. Alguien quiere revisarme los ojos, etc., etc., etc. Cada vez, el “eso” que afirmo cuando digo que se trata de un árbol es de un tipo diferente.
Pero ¿qué pasa si nos expresamos de forma más concreta? Así, por ejemplo: “Sé que eso de ahí es un árbol, lo veo bastante claro”. – Supongamos incluso que hubiera hecho este comentario en el contexto de una conversación (que, por lo tanto, era pertinente en ese momento); y ahora, fuera de todo contexto, lo repito, mirando al árbol, y añado “Digo estas palabras igual que hace 5 minutos”. – Si dijera, por ejemplo, que estoy pensando de nuevo en que padezco de los ojos y soltara una especie de suspiro, no habría nada misterioso en la expresión.
Ya que aquello que se quiere decir con la proposición puede expresarse mediante algo que se le añade y, por lo tanto, puede formar parte de ella.
350. “Sé que esto es un árbol”, dice un filósofo, por ejemplo, para demostrarse a sí mismo o a otro que sabe algo que no es una verdad matemática o lógica. Del mismo modo, alguien que se enfrenta a la idea de que ya no sirve para nada puede seguir diciéndose a sí mismo: “Todavía puedo hacer esto y esto y esto”. Si tales pensamientos rondaban a menudo por su cabeza, uno no se sorprendería si, aparentemente fuera de todo contexto, pronunciara tal frase para sí mismo. (Pero ya he bosquejado un trasfondo, un entorno para estas declaraciones, dándoles así un contexto). Si, por el contrario, alguien, en circunstancias bastante heterogéneas, grita: “¡Abajo con él!” con la mímica más convincente, se podría decir de estas palabras (y de su tono) que se trata de una figura que, sin embargo, tiene aplicaciones bien conocidas, pero en este caso ni siquiera está claro en qué lengua habla la persona en cuestión. Yo podría hacer un movimiento como si tuviera un serrucho en la mano y estuviera serruchando una tabla; pero ¿tendría uno derecho a llamar a este movimiento serruchar fuera de todo contexto? (¡También podría ser algo muy diferente!)
351. ¿No es la pregunta: “¿Tienen sentido estas palabras?” similar a: “¿Esto es una herramienta?” señalando, por ejemplo, un martillo. Yo digo: “Sí, eso es un martillo”. Pero cómo si lo que cada uno de nosotros creía que era un martillo fuera en realidad, por ejemplo, un proyectil o una batuta de director de orquesta. ¡Ahora aplícalo tú mismo!
352. Si alguien me dice: “Sé que eso es un árbol”, puedo responderle: “Sí, es una oración”. Una oración en alemán. ¿Y qué sentido tiene eso?”. ¿Y qué si entonces responde: “Solo quería recordar que sé tal cosa”? –
353. Pero, ¿y si dijera: “Quiero hacer una observación lógica”? – Si un guardia forestal va al bosque con sus trabajadores y dice: “Hay que talar este árbol, y este, y este”, ¿qué pasaría si luego hiciera la observación: “Sé que esto es un árbol”? – ¿No podría yo entonces decir del guardia forestal: “él sabe que esto es un árbol, no lo examina, no les ordena a sus hombres que lo examinen”?
354. Comportamiento dubitativo y no dubitativo. Solo existe el primera cuando existe el segundo.
355. Un médico loco podría preguntarme: “¿Sabes qué es eso?”, y yo podría responder: “Sé que es un sillón; lo conozco, siempre ha estado en mi habitación”. Tal vez no esté poniendo a prueba mis ojos, sino mi capacidad para reconocer las cosas, para saber su nombre y su función. Se trata de conocerse a uno mismo. Ahora sería incorrecto que yo dijera: “creo que es un sillón” porque eso expresaría una voluntad de poner a prueba la afirmación. En cambio al decir: “sé que...” implica que causaría una gran sorpresa si no se produjera la confirmación.
356. Mi “estado del alma”, el “conocimiento”, no me prepara para lo que va a ocurrir. Pero consiste en que no entendería dónde podría empezar una duda, dónde sería posible una verificación.
357. Se podría decir: “‘Lo sé’ expresa una certeza cómoda, no la que aún se debate”.
358. Ahora bien, no quiero considerar esta certeza como algo parecido a la temeridad o la superficialidad, sino como (una) forma de vida. (Eso está muy mal expresado y probablemente también mal pensado).
359. Es decir, quiero entenderla como algo que está más allá de lo justificado y lo injustificado; por así decirlo, como algo animal.
360. Sé que este es mi pie. No podría reconocer ninguna experiencia como prueba de lo contrario. – Esto puede ser una exclamación, pero ¿qué se deduce de ella? En todo caso, que actuaré conforme a mi creencia con una certeza que no conoce la duda.
361. Pero también podría decir: Me ha sido revelado por Dios que esto es así. Dios me ha enseñado que este es mi pie. Y si ocurriera algo que pareciera contradecir este conocimiento tendría que considerarlo un engaño.
362. ¿Pero no se demuestra aquí que el conocimiento está relacionado con una decisión?
363. Y aquí es difícil encontrar la transición de lo que se quiere exclamar a las consecuencias del desarrollo de lo que uno hace.
364. También se podría preguntar: “Si sabes que este es tu pie – ¿también eso lo sabes, o solo crees que ninguna experiencia futura parecerá contradecir tu conocimiento (es decir, que no te lo parecerá a ti mismo)?”
365. Si entonces alguien respondiera: “Yo también sé que nunca me parecerá que algo contradiga ese conocimiento” – ¿qué podemos inferir de esto, sino que él mismo no tenía ninguna duda de que algo así nunca ocurriría? –
366. ¿Qué pasaría si estuviera prohibido decir: “lo sé” y solo se permitiera decir: “creo que lo sé”?
367. ¿Acaso el propósito de interpretar una palabra como “sé” de forma análoga a “creo” no es que entonces la afirmación “sé” lleve aparejado un oprobio si quien la dice se equivoca?
Un error se convierte así en algo prohibido.
368. Si alguien dice que no aceptará la experiencia como prueba de lo contrario, se trata de una decisión. Es posible que actúe en contra.
16.3.51
369. Si quisiera dudar de que esta es mi mano, ¿cómo podría evitar dudar de que la palabra “mano” tenga algún significado? Parece que lo sé, después de todo.
370. Pero más correctamente, el hecho de que utilice la palabra “mano” y todas las demás palabras de mi proposición sin pensarlo dos veces –es más, de que me pusiera ante el abismo si me atreviera a intentar dudar de sus significados– demuestra que la ausencia de duda pertenece a la esencia del juego de lenguaje, que la pregunta: “¿Cómo sé que...?” saca o anula el juego del lenguaje.
371. “Sé que esto es una mano”, en el sentido de Moore, ¿no significa lo mismo o algo parecido a: podría utilizar afirmaciones como “Me duele esta mano” o “Esta mano es más débil que la otra” o “Una vez me rompí esta mano” e innumerables otras en juegos de lenguaje en los que no entra la duda sobre la existencia de esta mano?
372. Solo en determinados casos es posible examinar: “¿Esto es realmente una mano?” (o “mi mano”). Porque la proposición: “Dudo de que esta sea realmente mi (o una) mano” sigue sin tener sentido sin una determinación más precisa. De estas palabras no puede deducirse si se trata de una duda y de qué tipo de duda se trata.
373. ¿Por qué es posible tener una razón para creer si no es posible estar seguro?
374. Enseñamos al niño: “Esta es tu mano”, no “Esta es quizás (o ‘probablemente’) tu mano”. Así es como el niño aprende los innumerables juegos de lenguaje que tienen que ver con su mano. Ni siquiera se le ocurre investigar o preguntarse: “si esto es realmente una mano”. Por otra parte, tampoco se entera de que sabe que se trata de una mano.
375. Debemos darnos cuenta aquí de que la perfecta ausencia de la duda sobre un punto, incluso cuando, como diríamos, puede haber una duda “razonable”, no tiene por qué falsear un juego de lenguaje. Existe otra aritmética. Esta admisión, creo, debe estar en el fondo de toda comprensión de la lógica.
17.3.
376. Puedo declarar apasionadamente que sé que este es (por ejemplo) mi pie.
377. Pero esta pasión es algo (muy) raro, y no hay ni rastro de ella cuando suelo hablar de este pie.
378. Al final, el conocimiento se basa en el reconocimiento.
379. Digo con pasión: “Sé que esto es un pie”, pero ¿qué significa?
380. Podría seguir: “¡Nada en el mundo me convencerá de lo contrario!” El hecho está para mí en el fondo de todo conocimiento. Renunciaré a otras cosas, pero no a eso.
381. Este “nada en el mundo...” es evidentemente una actitud que no se tiene hacia todo lo que se cree o de lo que se está seguro.
382. Esto no significa que nada en el mundo pueda convencerme de otra cosa.
383. El argumento “Tal vez estoy soñando”, por lo tanto, no tiene sentido, porque entonces esta declaración también forma parte del sueño, sí, y también el que estas palabras tienen un significado.
384. ¿Qué tipo de frase es “Nada en el mundo...”?
385. Tiene la forma de una predicción, pero (por supuesto) no está basada en la experiencia.
386. Quien, como Moore, dice que sabe que ... – indica el grado de certeza que algo tiene para él. Y es importante que haya un valor máximo para esta gradación.
387. Alguien podría preguntarme: “¿Qué tan seguro estás: de que eso de ahí es un árbol; de que tienes dinero en el bolsillo; de que ese es tu pie?”. Y la respuesta podría ser en un caso “no estoy seguro”, en otro “casi seguro”, en el tercero “no puedo dudarlo”. Y estas respuestas tendrían sentido incluso sin todas las razones. Por ejemplo, no necesitaría decir: “No puedo estar seguro de si eso es un árbol porque mis ojos no son lo bastante finos”. Quiero decir: tenía sentido que Moore dijera “sé que eso es un árbol” si hubiera querido decir algo muy concreto.
[Creo que un filósofo, alguien que pueda pensar por sí mismo, podría estar interesado en leer mis notas. Porque aunque rara vez diera en el blanco reconocería los objetivos a los que he disparado incesantemente].
388. Cada uno de nosotros utiliza a menudo una proposición de este tipo y no se cuestiona si tiene sentido. ¿Se puede obtener también de ella una visión filosófica? ¿Es más prueba de la existencia de cosas externas el que yo sepa que esto es una mano que el que no sepa si es oro o latón?
18.3
389. Moore quería dar un ejemplo de cómo se pueden conocer realmente las proposiciones sobre objetos físicos. Si se discutiera si se puede tener dolor en tal o cual parte concreta del cuerpo, entonces quien tuviera dolor justo ahí podría decir: “Le aseguro que ahora tengo dolor ahí”. Pero sonaría extraño si Moore hubiera dicho: “Le aseguro que sé que eso es un árbol”. No es una experiencia personal lo que nos interesa aquí.
390. Lo único importante es que tenga sentido decir que se sabe tal cosa; y por lo tanto la certeza de que uno sabe que no se puede hacer nada aquí.
391. Piensa en un juego de lenguaje “Cuando te llame, entra por la puerta”. En todos los casos ordinarios, la duda sobre si realmente hay ahí una puerta será imposible.
392. Lo que tengo que demostrar es que la duda no es necesaria, aunque sea posible. Que la posibilidad del juego del lenguaje no depende de dudar de todo lo que se puede dudar. (Esto está relacionado con el papel de la contradicción en matemáticas).
393. La oración “Sé que esto es un árbol” también podría ser una cita (de una gramática alemana, por ejemplo) si se dice fuera de su juego lingüístico. – “Pero, ¿y si lo digo en serio mientras lo afirmo?”. El viejo malentendido sobre el concepto “querer decir”.
394. “Esta es una de las cosas de las que no puedo dudar”.
395. “Sé todo esto”. Y se notará en mi forma de actuar y de hablar.
396. En el juego de lenguaje (2), ¿puede decir que sabe que se trata de bloques de construcción? – “No, pero lo sabe”.
397. ¿No me he equivocado y no tiene Moore toda la razón? ¿No habré cometido el error elemental de confundir lo que uno piensa con lo que uno sabe? Por supuesto que no creo que “La tierra existía poco tiempo antes de que yo naciera”, pero ¿por eso no lo sé? ¿No demuestro que lo sé siempre que extraigo las consecuencias?
398. ¿Acaso no sé también que no hay ninguna escalera que lleve de esta casa seis pisos abajo hacia a la Tierra, aunque nunca lo había pensado?
399. ¿Pero el que yo extraiga las consecuencias, no solo demuestra que acepto esta hipótesis?
19.3.
400. Aquí me inclino a luchar contra molinos de viento porque todavía no puedo decir lo que realmente quiero decir.
401. Quiero decir: las proposiciones de la forma de proposiciones empíricas y no solo las proposiciones de la lógica pertenecen al fundamento de todo operar con pensamientos (con lenguaje). – Esta afirmación no es de la forma “Yo sé...” “Yo sé...” afirma lo que sé y eso no tiene interés lógico.
402. En esta observación, la expresión “las proposiciones de la forma de proposiciones empíricas” ya es bastante mala; son afirmaciones sobre objetos. Y no sirven de fundamento como las hipótesis que, si resultan falsas, son sustituidas por otras.
... y escribir con confianza
“En el principio fue el acto”[3].
403. Decir de una persona, en el sentido de Moore, que sabe algo; que lo que dice es, por lo tanto, necesariamente la verdad, me parece erróneo. – Es la verdad solo en la medida en que es una base inestable de sus juegos de lenguaje.
404. Quiero decir: No es el caso que el ser humano conozca la verdad con perfecta certeza sobre ciertos puntos. Pero la certeza perfecta solo se refiere a su actitud.
405. Pero, por supuesto, aquí hay todavía un error.
406. Lo que pretendo también radica en la diferencia entre la afirmación casual “Sé que...”, tal como se utiliza en la vida cotidiana y esta afirmación cuando la hace un filósofo.
407. Porque cuando Moore dice: “Sé que eso es...” me gustaría responderle: “¡Tú no sabes nada!”. Y, sin embargo, no respondería esto a quien habla así sin intención filosófica. Así que tengo la impresión (¿acertada?) de que estos dos quieren decir cosas distintas.
408. Porque si una persona dice que sabe esto y aquello, y eso pertenece a su filosofía, entonces su filosofía es falsa si se ha equivocado en esta afirmación.
409. Cuando digo: “sé que es un pie”, ¿qué estoy diciendo? ¿No es todo el punto que estoy seguro de las consecuencias, que si otra persona dudara podría decirle: “Ves, te lo dije”? ¿Seguiría valiendo de algo mi conocimiento si fracasara como una guía para la acción? ¿Y no podría fallar?
20.3.
410. Nuestro conocimiento forma un gran sistema. Y solo en este sistema el individuo tiene el valor que le atribuimos.
411. Cuando digo: “Suponemos que la Tierra existe desde hace muchos años” (o algo parecido), suena extraño que supongamos tal cosa. Pero en todo el sistema de nuestros juegos de lenguaje, eso pertenece a la base. Se puede decir que la suposición constituye la base de la acción y, por lo tanto, naturalmente también del pensamiento.
412. Quien sea incapaz de imaginar un caso en el que se pueda decir: “Sé que esta es mi mano” (y tales casos son raros) podría decir que estas palabras no tienen sentido. Por supuesto, también podría decir: “Claro que lo sé, ¿cómo podría no saberlo?”. – pero entonces quizás entendería la oración “Esta es mi mano” como una explicación de las palabras “mi mano”.
413. Pues supongamos que estás guiando la mano de un ciego y, pasándola a lo largo de tu mano, le dices: “Esta es mi mano”; si ahora te preguntara: “¿Estás seguro?” o “¿Lo sabes?”, solo tendría sentido en circunstancias muy especiales.
414. Pero, por otro lado, ¿cómo sé que es mi mano? Sí, ¿sé exactamente lo que significa decir que es mi mano? – Cuando digo “¿Cómo puedo saberlo?” no quiero decir que lo dude lo más mínimo. Es la base de todas mis acciones. Pero me parece que se expresa erróneamente con las palabras “Sé que...”
415. Sí, ¿no es totalmente erróneo el uso de la palabra conocimiento, como una magnífica palabra filosófica? Si “saber” tiene este interés, ¿por qué no “estar seguro”? Obviamente, porque sería demasiado subjetivo. Pero, ¿no es igualmente subjetivo el conocimiento? ¿No nos engañamos solo por la peculiaridad gramatical de que a “p” le sigue “yo sé p”?
“Creo que lo sé” no tendría por qué expresar un menor grado de certeza. – Sí, pero no se quiere expresar una certeza subjetiva, ni siquiera la mayor, sino esto, que ciertas proposiciones parecen estar en el fondo de todas las preguntas y de todo pensamiento.
416. ¿Y tenemos un ejemplo de esto en, digamos, la proposición de que hace semanas que vivo en esta habitación, que mi memoria no me engaña en esto?
– “certain beyond all reasonable doubt” – [“cierto más allá de toda duda razonable”][4]
21.3.
417. “Sé que me he bañado todos los días durante el último mes”. ¿Qué recuerdo? ¿Todos los días y el baño todas las mañanas? No. Sé que me he bañado todos los días y no lo deduzco de ninguna otra fecha inmediata. Del mismo modo digo: “Sentí una punzada en el brazo”, sin que esta ubicación llegue a mi conciencia de ninguna otra forma (a través de una imagen, por ejemplo).
418. ¿Es mi comprensión solo una ceguera frente a mi propia incomprensión? A mí me lo parece con frecuencia.
419. Si digo: “Nunca he estado en Asia Menor”, ¿de dónde me viene este conocimiento? No lo he calculado, nadie me lo ha dicho; me lo dice mi memoria. – ¿Entonces no puedo equivocarme en esto? ¿Hay algo en esto que yo sepa de verdad? – No puedo apartarme de este juicio sin arrastrar todos los demás juicios.
420. Incluso una frase como la de que ahora vivo en Inglaterra tiene estas dos caras: No es un error, pero, por otra parte, ¿qué sé yo de Inglaterra? ¿No puedo estar completamente equivocado en mi juicio?
¿No sería posible que entraran unas personas en mi habitación que dijeran todas lo contrario, que incluso me dieran “pruebas” de ello, de modo que de repente me quedara solo como un loco entre todos los normales, o como un normal entre los locos? ¿No me harían dudar de lo que ahora es lo más indudable para mí?
421. Estoy en Inglaterra. – Todo lo que me rodea me lo dice, en cuanto dejo vagar mis pensamientos y dondequiera que vaya, me lo confirman. – ¿Pero no me volvería loco si ocurrieran cosas con las que ahora ni siquiera sueño?
422. Así que quiero decir algo que suena a pragmatismo. Aquí se interpone una especie de visión del mundo.
423. Así que, siguiendo a Moore, ¿por qué no digo simplemente: “Sé que estoy en Inglaterra”? Decir esto tiene sentido en determinadas circunstancias que puedo imaginar. Pero si, en otras circunstancias, pronuncio la frase como ejemplo de cómo verdades de este tipo pueden ser conocidas por mí con certeza, entonces se convierte inmediatamente en una frase sospechosa para mí. – ¿Justificadamente?
424. Digo: “Yo sé p”, bien para afirmar que la verdad p también me es conocida, bien simplemente como refuerzo de ⊢ p. También se dice: “no lo creo, lo sé”. Y esto también podría expresarse (por ejemplo): “Esto es un árbol. Y no es una mera suposición”.
Pero qué tal esto: “Si informara a alguien de que esto es un árbol, no sería una mera suposición”. ¿No es esto lo que Moore quería decir?
425. No sería una suposición, y podría decírselo a otro con absoluta certeza, como algo de lo que no se puede dudar. Pero, ¿significa esto que sea necesariamente la verdad? Lo que reconozco con la mayor certeza como el árbol que he visto aquí toda mi vida, ¿no puede ser otra cosa? ¿No puede sorprenderme?
Sin embargo, en las circunstancias que dan sentido a esta frase era correcto decir: “sé (no solo sospecho) que esto es un árbol”. Decir, en verdad, que solo lo creo, sería un error. Sería totalmente equívoco decir: Creo que me llamo L. W. Y también es cierto: no puedo equivocarme al respecto. Pero eso no significa que sea infalible.
21.3.51
426. Pero, ¿cómo se le puede demostrar a alguien que no solo conocemos verdades sobre los datos de los sentidos, sino también verdades sobre las cosas? Porque seguramente no basta con que alguien nos asegure que él o ella lo sabe. Entonces, ¿de qué hay que partir para demostrarlo?
22.3.
427. Hay que demostrar que, aunque nunca utilice las palabras “lo sé...”, su comportamiento muestra lo que nos ocupa.
428. Pues ¿qué pasaría si una persona que actúa normalmente nos asegurara: que solo cree llamarse tal o cual, que cree reconocer a las personas con quienes siempre ha vivido, que cree tener manos y pies cuando no los ve bien, etc.? ¿Podemos demostrarle con sus actos (y su discurso) que no es así?
23.3.51
429. Ahora que no puedo verme los dedos de los pies, ¿qué razón tengo para suponer que tengo cinco dedos en cada pie?
¿Es correcto decir que la razón es que la experiencia previa siempre me lo ha enseñado? ¿Estoy más seguro de la experiencia previa que de que tengo diez dedos en los pies?
Esa experiencia previa bien puede ser la causa de mi seguridad actual; pero ¿es su razón?
430. Me encuentro con un marciano y me pregunta: “¿Cuántos dedos tienen los humanos en los pies?”. – Yo digo: “Diez. Deja que te enseñe”, y me quito los zapatos. Tal vez estaría sorprendido de que yo lo supiera con tanta certeza, aunque no me hubiera visto los dedos de los pies. – ¿Debería decir: “Los humanos sabemos que tenemos tantos dedos en los pies, los veamos o no”?
26.3.51
431. “Sé que esta habitación está en el segundo piso, que detrás de la puerta hay un pasadizo corto que lleva a las escaleras, etc.”. Se podría pensar en casos en los que haría esa afirmación, pero serían casos bastante raros. Por otra parte, yo demuestro este conocimiento cada día con mis actos y también en mi discurso.
Ahora bien, ¿qué obtiene otro de estas acciones y discursos míos? ¿No solo que estoy seguro de mis asuntos? – Por el hecho de que he vivido aquí durante muchas semanas y que he subido y bajado las escaleras todos los días, esa persona supondrá que sé dónde se encuentra mi habitación. – Utilizaré la certeza: “Sé que...” si él aún no sabe lo que él necesariamente tendría que deducir de mi conocimiento.
432. La afirmación “yo sé...” solo puede tener su significado en conexión con las demás pruebas de “conocimiento”.
433. Así que si le digo a alguien: “Sé que esto es un árbol” es como si le dijera: “Esto es un árbol; puedes confiar absolutamente en ello; no hay ninguna duda”. Y el filósofo solo podría usar eso para demostrar que uno realmente usa esa forma de hablar. Pero si no se trata de una mera observación de la gramática alemana, él debe indicar las circunstancias en las que funciona esta expresión.
434. ¿Nos enseña la experiencia que la gente sabe esto y aquello en tales o cuales circunstancias? La experiencia nos demuestra que una persona suele saber moverse por una casa en la que vive después de tantos y tantos días. O también: la experiencia nos enseña que hay que confiar en el criterio de una persona después de tal o cual periodo de enseñanza. Debe, según la experiencia, haber aprendido durante cierto tiempo para poder hacer una predicción correcta. Pero...
27.3.
435. A menudo uno queda hechizado por una palabra. Por ejemplo, con la palabra “saber”.
436. ¿Está Dios obligado por nuestros conocimientos? ¿Pueden algunas de nuestras afirmaciones no ser falsas? Porque esto es lo que queremos decir.
437. Me inclino a decir: “Eso no puede estar mal”. Es interesante, pero ¿cuáles son las consecuencias?
438. No bastaría con afirmar que sé lo que pasa ahí y allá – sin dar razones para convencer (al otro) de que estoy en condiciones de saberlo.
439. La afirmación “Sé que detrás de esta puerta hay un pasillo y las escaleras que llevan a la planta baja” solo suena tan convincente porque todo el mundo da por hecho que lo sé.
440. Aquí se trata de algo general; no solo de algo personal.
441. En la sala del tribunal, la mera afirmación del testigo “Yo sé...” no convencería a nadie. Debe demostrarse que el testigo estaba en condiciones de saberlo.
Incluso la afirmación “sé que eso es una mano”, mirando la propia mano, no sería creíble si no conociéramos las circunstancias de la afirmación. Y si las conocemos, eso parece asegurarnos que el hablante es normal en este sentido.
442. ¿No puede ser que me esté imaginando que sé algo?
443. Piensa que no hay ninguna palabra en una lengua que corresponda a nuestro “saber”. – Se limitan a pronunciar la afirmación. “Esto es un árbol”, etc. Puede ocurrir, por supuesto, que se equivoquen. Así que añaden un signo a la frase que indica lo probable que creen que es un error, o debería decir: lo probable que es un error en este caso. Esto último también puede indicarse señalando determinadas circunstancias. Por ejemplo: “A le dijo a B... Estaba muy cerca de ellos, y mis oídos están bien” o “A estuvo ahí y allá ayer. Lo vi desde lejos. No veo muy bien” o “Allí hay un árbol. Lo veo claramente y lo he visto innumerables veces”.
444. “El tren sale a las 2 en punto. Compruébalo de nuevo para estar seguro” o “El tren sale a las 2 en punto. Acabo de comprobar un nuevo horario”. También puedes añadir: “soy de fiar en estos asuntos”. La utilidad de estos añadidos es evidente.
445. Pero si digo: “Tengo dos manos”, ¿qué puedo añadir para indicar fiabilidad? Cuando mucho, que las circunstancias son las ordinarias.
446. ¿Por qué estoy tan seguro de que esta es mi mano? ¿No se basa todo el juego de lenguaje en este tipo de certeza?
O bien: ¿No se presupone (ya) esta “certeza” en el juego de lenguaje? Porque quien no reconoce objetos con certeza no está jugando el juego o lo está jugando mal.
28.3.
447. Compara con esto 12 × 12 = 144. Aquí tampoco decimos “quizás”. Pues si esta proposición se basa en que no contamos mal ni calculamos mal, en que nuestros sentidos no nos engañan al calcular, las dos, la proposición aritmética y la proposición física, están al mismo nivel.
Quiero decir: el juego físico es tan cierto como el juego aritmético. Pero esto puede malinterpretarse. Mi observación es lógica, no psicológica.
448. Quiero decir: Si uno no se sorprende de que las proposiciones aritméticas (por ejemplo, la tabla de multiplicar) sean “absolutamente ciertas”, ¿por qué debería sorprenderse de que la proposición “Esta es mi mano” también lo sea?
449. Se nos debe enseñar algo como fundamento.
450. Quiero decir: Nuestro aprendizaje tiene la forma “Esto es una violeta”, “Esto es una mesa”. El niño, sin embargo, podría oír la palabra “violeta” por primera vez en la frase “Esto es quizás una violeta”; pero entonces podría preguntar: “¿Qué es una violeta?”. Por supuesto, esto podría responderse mostrándole una imagen. Pero, ¿qué consecuencias prácticas tendría decir: “Esto es un...” solo cuando se muestra una imagen, y decir: “Esto es quizás un...” en los demás casos?
Una duda que dudara de todo no sería una duda.
451. Mi objeción a Moore, de que el sentido de la oración aislada “Eso es un árbol” es indeterminado, puesto que no se determina qué es el “eso” del que se dice que es un árbol – no es válida; pues se puede hacer el sentido más definido diciendo, por ejemplo:
“El objeto de ahí que parece un árbol no es la imitación artificial de un árbol, sino un árbol de verdad”.
452. No sería razonable dudar de si se trata de un árbol real o...
No importa que me parezca (como) indudable. Si no fuera razonable dudar aquí, esto no se desprende de mi opinión. Así que aquí tendría que haber una norma que declarase irrazonable la duda. Pero no existe tal norma.
453. Yo digo, sin embargo, “Aquí ninguna persona razonable dudaría”. – ¿Podría imaginarse que se preguntara a los doctos jueces si una duda es razonable o irrazonable?
454. Hay casos en los que la duda no es razonable, pero otros en los que parece lógicamente imposible. Y entre ellos no parece haber una frontera clara.
29.3.
455. Todo juego de lenguaje se basa en el reconocimiento de palabras y objetos. Aprendemos con la misma implacabilidad que esto es un sillón como que 2 × 2 = 4.
456. Entonces, si dudo o no estoy seguro de que esta sea mi mano (en el sentido que sea), ¿por qué no del significado de estas palabras?
457. ¿Estoy diciendo que la certeza está en la naturaleza del juego de lenguaje?
458. Uno duda por ciertas razones. La pregunta es: ¿cómo se introduce la duda en el juego de lenguaje?
459. Si el comerciante quisiera examinar cada una de sus manzanas sin razón, para estar bien seguro de ello, ¿por qué (entonces) no debería examinar la examinación? ¿Y se puede hablar ahora aquí de fe (me refiero en el sentido de fe religiosa, no de presunción)? Aquí todas las palabras psicológicas solo nos alejan de lo principal.
460. Voy al médico, le enseño la mano y le digo: “Esto es una mano, no: me la lastimé, etc., etc.”. ¿Estoy dando un aviso superfluo? No podría decir, por ejemplo, supongamos que las palabras “Esto es una mano” fueran un aviso, ¿cómo podría esperar que entendiera el aviso? Sí, si está sujeto a duda “que esto es una mano”, ¿por qué no está también sujeto a duda que soy un ser humano que se lo comunica al médico? – Por otro lado, sin embargo, se pueden imaginar casos –aunque muy extraños– en los que tal explicación no es superflua, o solo es superflua pero no absurda.
461. Supongamos que yo fuera el médico y un paciente viniera a verme, me mostrara su mano y me dijera: “Lo que aquí parece una mano no es una excelente imitación, sino realmente una mano”. Y que a continuación me hablara de su lesión. – ¿Lo consideraría realmente un aviso, aunque superfluo? ¿No preferiría considerarlo un disparate que, sin embargo, tiene la forma de un aviso? Porque, yo diría, si este aviso tuviera realmente sentido, ¿cómo puede él estar seguro de su causa? El aviso carece de fondo.
30.3.
462. ¿Por qué Moore no dice, por ejemplo, entre las cosas que sabe, que hay un pueblo en tal o cual parte de Inglaterra llamado tal o cual? En otras palabras: ¿Por qué no menciona un hecho que él, y no todos nosotros, conocemos?
31.3.
463. Es cierto que, si nadie lo dudara, el aviso: “Esto es un árbol” podría ser una especie de broma y como tal tendría sentido. Renan hizo una vez una broma de este tipo.
3.4.51
464. Mi dificultad también puede demostrarse de este modo: Estoy conversando con un amigo. De repente digo: “He sabido todo el tiempo que tú eres Fulano de tal”[5]. ¿Se trata de una observación superflua, aunque cierta?
Me parece que estas palabras son similares a un “Buenos días”, cuando se lo dices a la otra persona en medio de una conversación.
465. ¿Qué pasaría con las palabras “Ahora se sabe que hay más de... especies de insectos” en lugar de las palabras: “Sé que esto es un árbol”? Si alguien pronunciara de repente esa frase fuera de contexto, se podría pensar que había estado pensando en otra cosa mientras tanto y que ahora estaba pronunciando en voz alta una frase de su línea de pensamiento. O también: está en trance y habla sin entender sus palabras.
466. Me parece, entonces, que he sabido algo todo el tiempo, y sin embargo no tiene sentido decirlo, decir esta verdad.
467. Estoy sentado en el jardín con un filósofo; él dice repetidamente: “Sé que eso es un árbol”, señalando un árbol cerca de nosotros. Llega una tercera persona y oye esto, y yo le digo: “Esta persona no está loca: solo estamos filosofando”.
4.4.
468. Alguien dice de un modo irrelevante: “Eso es un árbol”. Puede que diga la frase porque recuerda haberla oído en una situación similar; o puede que de repente le haya impresionado la belleza de ese árbol y la frase sea una exclamación; o puede que se la haya recitado a sí mismo como ejemplo gramatical. (Etc.) Ahora le pregunto: “¿Qué querías decir con eso?” y me responde: “Era un aviso dirigido a ti”. ¿No sería yo libre de suponer que no sabía lo que decía si estaba tan loco como para querer darme este aviso?
469. Alguien en la conversación me dice incoherentemente: “Te deseo lo mejor”. Me sorprende, pero más tarde me doy cuenta de que esas palabras están relacionadas con lo que piensa de mí. Y ahora ya no me parecen insignificantes.
470. ¿Por qué no hay duda de que me llamo L. W.? Desde luego, no parece algo que pueda establecerse sin lugar a dudas. No hay que pensar que esta es una de las verdades indudables.
5.4.
[Aquí sigue una gran laguna en mi pensamiento. Y dudo que se llene todavía].
471. Es tan difícil encontrar el principio. O mejor dicho: es difícil empezar por el principio. Y no intentar volver más.
472. Cuando el niño aprende el lenguaje, aprende al mismo tiempo lo que hay que examinar y lo que no. Cuando se entera de que hay un armario en el cuarto, no se le enseña a dudar de si lo que ve después sigue siendo un armario o solo una especie de telón de fondo.
473. Del mismo modo que se aprende una cierta forma básica en la escritura y que luego varía más tarde, así se aprende primero la permanencia de las cosas como norma, que luego está sujeta a cambios.
474. Este juego demuestra su valía. Esa puede ser la causa por la que se juega, pero no es la razón.
475. Quiero considerar aquí al ser humano como un animal; como un ser primitivo del que se cree que tiene instinto, pero no raisonnement. Como un ser en estado primitivo. Porque no tenemos por qué avergonzarnos de la lógica que basta para un medio de comunicación primitivo. El lenguaje no surgió del raisonnement.
6.4.
476. El niño no aprende que hay libros, que hay sillones, etc. etc., sino aprende a tomar los libros, a sentarse en sillones, etc.
Por supuesto, más tarde también surgen preguntas sobre la existencia: “¿Existe el unicornio?”, etc. Pero tal cuestión solo es posible porque, por regla general, no se plantea ninguna que se corresponda con ella. Porque, ¿cómo sabe uno convencerse de la existencia del unicornio? ¿Cómo se aprende el método para determinar si algo existe o no?
477. “Así pues, hay que saber que existen los objetos cuyos nombres se enseñan a un niño mediante una explicación indicativa”. – ¿Por qué hay que saberlo? ¿No basta con que la experiencia no demuestre después lo contrario?
¿Por qué entonces el juego de lenguaje debe descansar sobre un conocimiento?
7.4.
478. ¿Cree el niño que hay leche? ¿O sabe que hay leche? ¿Sabe el gato que hay un ratón?
479. ¿Debemos decir que el conocimiento de que los objetos físicos existen es muy temprano o muy tardío?
8.4.
480. Un niño aprende a utilizar la palabra “árbol”. Una persona se para con él delante de un árbol y le dice: “¡Hermoso árbol!”. Que la duda sobre la existencia del árbol no entra en el juego de lenguaje está claro. Pero, ¿se puede decir que el niño sabe que hay un árbol? Es cierto, sin embargo, que “saber algo” no implica pensar en eso – pero, ¿el que sabe algo no debe ser capaz de dudar? Y dudar es pensar.
481. Cuando oyes a Moore decir: “sé que eso es un árbol”, de repente entiendes a los que piensan que no es una conclusión inevitable.
De repente todo parece poco claro y borroso. Es como si Moore hubiera arrojado la luz equivocada.
Es como si viera un cuadro (tal vez de una escenografía) y reconociera inmediatamente a distancia, sin la menor duda, lo que representa. Pero ahora me acerco más: y allí veo un montón de manchas de diferentes colores, todas ellas muy ambiguas y que no dan ninguna certeza.
482. Es como si el “yo sé” no soportara ningún énfasis metafísico.
483. Uso correcto de las palabras “lo sé”.
Una persona con una vista deficiente me pregunta: “¿Crees que lo que vemos ahí es un árbol?”. – Le respondo: “Sé que lo es; lo veo claro y lo conozco bien”. A: “¿Está N. N. en casa?” – Yo: “Creo que sí”. – A: “¿Estuvo ayer en casa?” – Yo: “Ayer estaba en casa, lo sé, hablé con él”. – R: “¿Sabes o crees que esta parte de la casa es de construcción reciente?”. – Yo: “Lo sé; lo he comprobado con tal persona...”
484. Así que aquí se dice “lo sé” y se da la razón de cómo se sabe, o al menos se puede dar.
485. También se puede pensar en un caso en el que uno recorre una lista de proposiciones, preguntándose una y otra vez “¿Sé esto, o solo lo creo?” Alguien quiere comprobar la certeza de cada proposición. Podría ser un testimonio ante un tribunal.
9.4.
486. “¿Sabes o crees que te llamas L. W.?” ¿Es una pregunta con sentido? ¿Sabes, o solo crees, que lo que escribes aquí son palabras alemanas? ¿Solo crees que “creer” tiene este significado? ¿Qué significa?
487. ¿Cuál es la prueba de que sé algo? Desde luego, no es que yo diga que lo sé.
488. Así que cuando los autores enumeran todas las cosas que saben, eso no prueba nada. El hecho de que se pueda saber algo sobre las cosas físicas no puede demostrarse por las afirmaciones de quienes creen saberlo.
489. ¿Qué respondes a quien te dice: “Creo que solo te parece que lo sabes”?
490. Si ahora pregunto: “¿Sé o solo creo que me llamo...?”, de nada sirve que mire en mi interior.
Pero podría decir: No solo no dudo en absoluto de que ese sea mi nombre, sino que no podría estar seguro de ningún juicio si hubiera alguna duda al respecto.
10.4.
491. “¿Sé o solo creo que me llamo L. W.?” – Sí, si la pregunta fuera: “¿Estoy seguro o solo sospecho que mi...?”, entonces mi respuesta sería confiable. –
492. “¿Sé o solo creo...?” también podría expresarse así: ¿Qué pasaría si resultara que lo que hasta entonces me parecía indudable era una suposición falsa? ¿Reaccionaría de la misma manera que si se demostrara que una creencia es errónea? ¿O parecería que eso anula la base de mi juicio? – Pero por supuesto que no quiero una profecía aquí.
Me limitaría a decir: “¡Nunca lo habría pensado! – ¿o tendría que negarme a revisar mi juicio, porque tal “revisión” equivaldría a la destrucción de todas las normas?
493. Entonces, ¿tengo que reconocer a ciertas autoridades para poder juzgar?
494. “No puedo dudar de esta proposición sin abandonar todo juicio”.
Pero, ¿qué clase de propuesta es esta? (Recuerda a lo que decía Frege sobre la ley de la identidad.) Desde luego, no es un teorema de la experiencia. No pertenece a la psicología. Tiene más el carácter de una norma.
495. A quien quisiera objetar las proposiciones indudables se le podría decir simplemente: “¡Bah, tonterías! Es decir, no para responderle, sino para reprenderle.
496. Es un caso parecido al de demostrar que no tiene sentido decir que un juego siempre se ha jugado mal.
497. Si alguien quisiera invocar siempre en mí la duda y decir: ahí tu memoria te engaña, ahí te han engañado, ahí otra vez no te has convencido lo suficiente, etc., y yo no me dejara sacudir y me aferrara a mi certeza, entonces esto no podría ser erróneo, si bien porque esto es lo primero que define a un juego.
11.4.
498. Lo curioso es que, si bien me parece correcto que se rechace el intento de despistar a ese alguien con dudas en los fundamentos mediante la palabra “¡Tonterías!”, considero incorrecto si esa persona quiere defenderse utilizando, por ejemplo, las palabras “Lo sé”.
499. También podría decir: La “ley de la inducción” no puede justificarse más que ciertas proposiciones particulares relativas al material de la experiencia.
500. Pero también me parece un sinsentido decir “sé que la ley de la inducción es cierta”.
Imagínate semejante declaración ante un tribunal. Más correcto sería: “Creo en la ley...”, donde “creo” no tiene nada que ver con suponer.
501. Al final, ¿no estoy llegando cada vez más a afirmar que la lógica no se puede describir? Si te fijas en la práctica del lenguaje, lo verás.
502. ¿Podría alguien decir: “conozco la posición de mis manos con los ojos cerrados” si mi indicación contradijera siempre o casi siempre el testimonio de otros?
503. Miro un objeto y digo “Eso es un árbol” o “Sé que...”. – Si ahora me acerco y resulta que es otra cosa puedo decir:
“Pero no era un árbol”; o yo digo “Era un árbol, pero ya no lo es”. Pero si todos los demás me contradijeran y dijeran que nunca fue un árbol, y si todos los demás testimonios hablaran en mi contra, ¿de qué me serviría insistir en mi “yo sé...”?
504. Que yo sepa algo depende de si las pruebas me dan la razón o me contradicen. Porque decir que sabes que tienes un dolor no significa nada.
505. Siempre se sabe algo por la gracia de la naturaleza.
506. “Si mi memoria me engaña aquí puede engañarme en todas partes”. Si no lo sé, ¿cómo puedo saber si mis palabras significan lo que creo que significan?
507. “Si esto me engaña, ¿qué significa todavía “engañar”?”
508. ¿En qué puedo confiar?
509. En realidad quiero decir que un juego de lenguaje solo es posible si uno se apoya en algo. (No he dicho “puede confiar en algo”.)
510. Cuando digo: “Por supuesto que sé que esto es una toalla”, estoy pronunciando una observación. No pienso en comprobarla. Para mí es una observación inmediata.
No pienso en el pasado ni en el futuro. (Y pasa lo mismo, por supuesto, con Moore.) Es como si tomara algo de inmediato; como si tomara la toalla sin dudar.
511. Pero este acceso inmediato corresponde a una certeza, no a un conocimiento.
¿Pero no es así también como tomo el nombre de una cosa?
12.4.
512. La cuestión es la siguiente: “¿Qué pasaría si tuvieras que cambiar de opinión incluso en estas cosas tan fundamentales?” Y a eso me parece que la respuesta es: “No tienes que cambiar de opinión. Precisamente en esto radica que sean ‘fundamentales’”.
513. ¿Y si ocurriera algo realmente inaudito? Por ejemplo, si viera que las casas se convierten gradualmente en vapor sin ninguna causa aparente; si el ganado en el prado se parara sobre sus cabezas y riera y hablara palabras inteligibles; si los árboles se convirtieran gradualmente en hombres y los hombres en árboles. Ahora bien, ¿tenía yo razón cuando dije antes de todos estos sucesos: “Sé que eso es una casa”, etc., o simplemente “Esto es una casa”, etc.?
514. Esta afirmación me pareció fundamental; si esto es falso, ¿qué más es “verdadero” y “falso”?
515. Si no me llamo L. W., ¿cómo puedo confiar en lo que se entiende por “verdadero” y “falso”?
516. Si ocurriera algo (por ejemplo, si alguien me dijera algo) que me hiciera dudar de eso, sin duda ocurriría también algo que haría que las propias razones de tales dudas me parecieran dudosas, por lo que podría decidir mantener mi antigua creencia.
517. Pero, ¿no sería posible que ocurriera algo que me despistara por completo? ¿Pruebas que hicieran inaceptables para mí las cosas más ciertas? ¿O incluso que me hicieran cambiar mis juicios más fundamentales? (Si con razón o sin ella no es el punto).
518. ¿Podría imaginar que observo esto en otra persona?
519. Si obedeces una orden: “Tráeme un libro”, es posible que tengas que examinar si lo que ves allí es realmente un libro, pero entonces sabrás qué se entiende por “libro”; y si no lo sabes, puedes buscarlo – pero entonces debes saber qué significa otra palabra. Y el hecho de que una palabra signifique esto y aquello, se utilice de tal o cual manera, es de nuevo un hecho de la experiencia, como el hecho de que ese objeto sea un libro.
Por lo tanto, para poder obedecer una orden, debes estar más allá de toda duda sobre un hecho de la experiencia. Sí, la duda se basa solo en lo que está fuera de toda duda.
Pero como un juego de lenguaje es algo que consiste en acciones de juego repetidas en el tiempo parece que en ningún caso individual se puede decir que esto y aquello debe estar fuera de toda duda para que haya un juego de lenguaje, sino que, por regla general, cualquier juicio empírico debe estar fuera de toda duda.
13.4.
520. Moore tiene derecho a decir que sabe que hay un árbol delante de él. Claro que puede equivocarse. (Porque esto no es como decir “creo que allí hay un árbol”). Pero si tiene razón o no en este caso es filosóficamente irrelevante. Cuando Moore combate a los que dicen que tal cosa no puede conocerse realmente, no puede hacerlo afirmando: él conoce tal cosa y tal otra. Porque uno no tiene por qué creerle. Si sus oponentes hubieran afirmado que no se podía creer tal o cual cosa, él podría haberles contestado “yo lo creo”.
14.4.
521. El error de Moore es responder “lo sé” a la afirmación de que no se puede saber.
522. Decimos: cuando el niño domina el lenguaje –y por lo tanto su uso– debe conocer el significado de las palabras. Por ejemplo, debe ser capaz de asignar el nombre del color a una cosa blanca, negra, roja o azul, sin ningún tipo de duda.
523. Sí, también aquí a nadie se le escapa la duda; a nadie le extraña que no solo sospechemos del significado de las palabras.
15.4.
524. ¿Es imprescindible para nuestros juegos de lenguaje (“mandar y obedecer”, por ejemplo) que no se produzca una duda en determinados momentos o basta con que exista la sensación de certeza, aunque sea con un ligero atisbo de duda?
¿Es suficiente, entonces, que no llame a algo “negro”, “verde”, “rojo”, como hago ahora, sin más, sin que intervenga la aparición de alguna duda, sino que diga “estoy seguro de que esto es rojo”, como se dice, por ejemplo, “estoy seguro de que esa persona vendrá hoy” (es decir, con el “sentimiento de certeza”)?
Por supuesto, nos da lo mismo el sentimiento que lo acompaña, y del mismo modo no tenemos que preocuparnos por las palabras “estoy seguro de que”. – Lo importante es si va acompañada de una diferencia en la práctica del lenguaje.
Cabe preguntarse si, siempre que, por ejemplo, hacemos un informe con certeza (en un experimento, por ejemplo, miramos dentro de un tubo e informamos del color que observamos a través de él), alguien dice: “estoy seguro” en esa ocasión. Si lo hace, uno se inclinará en un primer momento a verificar su afirmación. Si, por el contrario, resulta que es bastante fiable, se declarará que su forma de hablar es solo una excentricidad que no afecta al asunto. Se podría suponer, por ejemplo, que ha leído a filósofos escépticos, se habrá convencido de que no se puede saber nada y, por lo tanto, ha adoptado esta forma de hablar. Una vez acostumbrados, no afecta en la práctica.
525. ¿Cuál es, entonces, el caso en el que alguien tiene realmente una relación con los nombres de los colores, por ejemplo, distinta de la que tenemos nosotros? Donde persiste una ligera duda o la posibilidad de una duda en su uso.
16.4.
526. Quien dijera “seguro que es rojo” al ver un buzón inglés tendría que considerarse daltónico o creer que no domina el alemán y conoce el nombre correcto del color en otro idioma.
Si no fuera así, no le entenderíamos bien.
527. Un alemán que llama “rojo” a este color no está “seguro de que se llame “rojo” en alemán”. El niño que domina el uso de la palabra no está “seguro de que este color se llame así en su lengua”. Tampoco se puede decir de él que aprende cuando aprende a hablar que el color se llama así en alemán, o incluso: lo sabe cuando ha aprendido el uso de la palabra.
528. Sin embargo, si alguien me preguntara cómo se llama el color en alemán, y yo se lo dijera, y me preguntara: “¿Estás seguro?”, le contestaría: “Lo sé; el alemán es mi lengua materna”.
529. Por ejemplo, un niño dirá de otro, o de sí mismo, que ya sabe cómo se llama esto y aquello.
530. Puedo decirle a alguien “Este color se llama “rot” [rojo] en alemán” (cuando le enseño alemán, por ejemplo). Yo no diría en este caso “Sé que este color...”. – Lo diría si acabara de aprenderlo yo mismo o en contraste con otro color cuyo nombre en alemán desconozco.
531. ¿Pero no es ahora correcto describir mi estado actual así: yo sé cómo se llama este color en alemán? Y si es así, ¿por qué no voy a describir mi estado con las correspondientes palabras “sé etc.”?
532. Así que cuando Moore, sentado frente al árbol, dijo: “Sé que eso es un...” simplemente estaba diciendo la verdad sobre su estado en ese momento.
[Ahora estoy filosofando como una anciana que pierde continuamente algo y tiene que volver a buscarlo; una vez los lentes, otra el manojo de llaves].
533. Ahora bien, si era correcto describir su estado fuera de contexto, entonces era igualmente correcto pronunciar las palabras: “Esto es un árbol” fuera de contexto.
534. Pero, ¿es erróneo decir: “El niño que domina un juego de lenguaje debe saber ciertas cosas”? Si en lugar de eso se dijera “debe ser capaz de hacer ciertas cosas” sería un pleonasmo y, sin embargo, eso es precisamente lo que me gustaría responder a la primera proposición. – Pero: “El niño adquiere conocimientos de historia natural”. Eso presupone que el niño puede preguntar cómo se llama tal o cual planta.
535. El niño sabe cómo se llama algo si a la pregunta: “¿Cómo se llama?” puede responder correctamente.
536. El niño que empieza a aprender el idioma, aún no tiene el concepto de llamarse.
537. ¿Puede decirse que quien no posee este concepto sabe cómo se llama esto y aquello?
538. El niño, diría yo, aprende a reaccionar de tal o cual manera; y al hacerlo, aún no sabe nada. El conocimiento solo comienza en una fase posterior.
539. ¿Es el conocimiento igual que el coleccionismo?
540. Un perro podría aprender a correr hacia N cuando se le llama “N” y hacia M cuando se le llama “M”, pero ¿sabría los nombres de las personas?
541. “Solo sabe cómo se llama este, pero todavía no cómo se llama aquel. En sentido estricto, no puede decirse lo mismo de quien aún no tiene el concepto de que las personas tienen nombre.
542. “No puedo describir esta flor si no sé que este color se llama ‘rojo’”.
543. El niño puede utilizar los nombres de las personas mucho antes de poder decir de cualquier forma: “Conozco el nombre de esta persona; todavía no conozco el nombre de aquel”.
544.. Sin duda puedo decir sinceramente: “sé cómo se llama este color en alemán”, por ejemplo, señalando el color de la sangre fresca. Pero...
17.4.
545. “El niño sabe de qué color es la palabra ‘azul’”. Lo que sabe no es tan sencillo.
546. “Yo sé cómo se llama este color”, diría, por ejemplo, cuando se trata de tonos cuyos nombres no todo el mundo conoce.
547. No se le puede decir a un niño que empieza a hablar y puede utilizar las palabras “rojo” y “azul”: “¿No sabes cómo se llama este color?
548. El niño tiene que aprender a utilizar los nombres de los colores antes de poder preguntar por el nombre de un color.
549. Sería un error afirmar que solo puedo decir “sé que hay un sillón ahí” si hay un sillón ahí. Por supuesto, solo es cierto entonces, pero tengo derecho a decirlo cuando estoy seguro de que hay uno, aunque me equivoque.
[Las pretensiones son una hipoteca que lastra el poder de pensamiento del filósofo].
18.4.
550. Si alguien cree algo, no siempre es necesario poder responder a la pregunta “por qué lo cree”; pero si sabe algo debe poder responder a la pregunta “¿cómo lo sabe?”
551. Y si se responde a esta pregunta debe hacerse de acuerdo con los principios generalmente aceptados. Así es como se puede saber algo así.
552. ¿Sé que ahora estoy sentado en un sillón? – ¡¿No lo sé?! Nadie, en las circunstancias actuales, dirá que lo sé, pero tampoco, por ejemplo, nadie dirá que soy consciente. Tampoco se suele decir eso de los transeúntes que pasan por la calle.
Pero si no se dice, ¿entonces no es así?
553. Es extraño que si digo “sé” sin que se trate de alguna ocasión particular, por ejemplo: “sé que ahora estoy sentado en un sillón”, la afirmación me parece injustificada y presuntuosa. Pero si hago la misma afirmación donde hace falta, me parece, aunque no esté ni un poco más seguro de su verdad, que está perfectamente justificada y es un lugar común.
554. En su juego de lenguaje no resulta presuntuoso. Ahí no es superior al juego de lenguaje humano. Pues ahí tiene una aplicación limitada.
Pero si digo la frase fuera de contexto aparece bajo una luz falsa. Porque entonces es como si quisiera afirmar que hay cosas que sé. Sobre lo que Dios mismo no podría decirme nada.
19.4.
555. Decimos que sabemos que el agua hierve cuando se pone al fuego. ¿Cómo lo sabemos? La experiencia nos lo ha enseñado. – Digo: “sé que desayuné esta mañana”; la experiencia no me lo ha enseñado. También se dice: “sé que le duele”. Cada vez el juego de lenguaje es diferente, cada vez estamos seguros, y cada vez hay mahor consenso entre nosotros de que somos capaces de saber. Por eso los teoremas de la física se encuentran en los libros de texto de todo el mundo.
Si alguien dice que sabe algo, debe ser algo que, según el juicio general, es capaz de saber.
556. No se dice: Él es capaz de creer eso.
Pero sí: “Es razonable suponerlo” (o “creerlo”) en esta situación.
557. Un consejo de guerra puede tener que juzgar si era razonable en tal o cual situación haber asumido tal o cual cosa con certeza (incluso equivocadamente).
558. Decimos que sabemos que el agua hierve y no se congela en tales o cuales circunstancias. ¿Es concebible que nos equivoquemos en esto? ¿No se llevaría el error todo el juicio consigo? Aún más, ¿qué podría mantenerse en pie si eso cayera? ¿Alguien podría encontrar algo y decimos: “Era un error”?
Pase lo que pase en el futuro, se comporte como se comporte el agua en el futuro, sabemos que se ha comportado así en innumerables casos hasta ahora.
Este hecho está fundido en los cimientos de nuestro juego lingüístico.
559. Hay que tener en cuenta que el juego de lenguaje es algo imprevisible, por así decirlo. Es decir: no está fundamentado. No es razonable (ni poco razonable).
Está ahí, como nuestras vidas.
560. Y el concepto de conocimiento va acoplado con el de juego de lenguaje.
561. “Lo sé” y “Puedes contar con ello”. Pero no siempre se puede sustituir lo segundo con lo primero.
562. Después de todo, es importante imaginar una lengua en la que nuestro concepto de “saber” no exista.
563. Dices: “sé que le duele” aunque no puedes dar una razón convincente para ello. – ¿Es lo mismo que: “Estoy seguro de que le...”? – No.
“Estoy seguro” te da una certeza subjetiva. “Yo sé” significa que hay una diferencia de entendimiento entre el que sabe y el que no sabe. (Basándose en una diferencia en el grado de experiencia, por ejemplo).
Si digo: “lo sé” en matemáticas, la justificación es una prueba.
En estos dos casos, si en lugar de “Lo sé” se dice “Puedes contar con ello”, la justificación es de distinto tipo en cada caso.
Y el razonamiento ha llegado a su fin.
564. Un juego de lenguaje: Traer los ladrillos, informar del número de ladrillos presentes. A veces el número se estima, a veces se determina contando. Alguien pregunta: “¿Crees que hay tantos ladrillos?” y se responde: “Lo sé, acabo de contarlos”. Pero aquí podría omitirse el “lo sé”. Sin embargo, si hay varias formas de asegurarse como contar, pesar, medir el impacto, etc., entonces se puede utilizar la afirmación “lo sé” se puede utilizar en lugar de: “¿cómo lo sé?
565. Pero aquí no se habla en absoluto de un “conocimiento” de que esto se llama “losa”, esto “pilar”, etc.
566. Sí, el niño que aprende mi juego de lenguaje (nº 2) no aprende a decir “sé que esto se llama ‘losa’”.
Hay, por supuesto, un juego de lenguaje en el que el niño utiliza esta frase. Esto presupone que el niño, en cuanto recibe el nombre, ya puede utilizarlo. Como cuando alguien me dice “Este color se llama...” – Entonces, si el niño ha aprendido un juego de lenguaje con bloques de construcción, entonces puedes decirle: “Y esta piedra se llama...” y así habrás ampliado el juego de lenguaje original.
567. Y ahora, ¿mi conocimiento de que me llamo L. W. es del mismo tipo que mi conocimiento de que el agua hierve a 100°C? Por supuesto, esta pregunta está mal planteada.
568. Si uno de mis nombres se utilizara muy raramente podría no conocerlo. Es natural que conozca mi nombre porque, al igual que los demás, lo utilizo innumerables veces.
569. Una experiencia interior no puede demostrarme que sé algo.
Por lo tanto, si a pesar de todo digo: “Sé que mi nombre es... y, sin embargo, es obvio que no es una proposición empírica – – –
570. “Sé que ése es mi nombre; en nuestra casa todos los adultos lo saben”.
571. “Mi nombre es... puedes confiar en eso. Si resulta ser falso, no tendrás que creerme en el futuro”.
572. ¡Parece que sé que en mi propio nombre, por ejemplo, no puedo equivocarme! Esto se expresa con las palabras: “Si esto está mal, entonces estoy loco”. Muy bien, pero son palabras; ahora, ¿qué influencia tiene eso en el uso del lenguaje?
573. ¿Dado que nada puede convencerme de lo contrario?
574. La pregunta es: ¿Qué clase de proposición es esta: “Sé que no puedo equivocarme en esto”, o también: “No puedo equivocarme en esto”?
El “lo sé” parece cortar aquí toda razón. Solo lo sé. Pero si se puede hablar de error aquí, entonces debe ser posible comprobar si lo sé.
575. La palabra “sé” podría, por lo tanto, tener el propósito de indicar dónde soy fiable, pero la utilidad de este signo debe provenir de la experiencia.
576. Alguien podría decir: “¿Cómo sé que no me equivoco en mi nombre?” – y si se le respondiera: “Porque lo he usado muchas veces”, entonces podría preguntar: “¿Cómo sé que no me equivoco en eso?”. Y aquí el “cómo sé” ya no puede tener sentido.
577. “Conozco mi nombre con plena certeza”.
¡Me negaría a considerar cualquier argumento que intentara demostrar lo contrario!
¿Y qué significa “me negaría”? ¿Es la expresión de una intención?
578. ¿Pero no podría una autoridad superior asegurarme que no conozco la verdad? Para que yo tuviera que decir: “¡Enséñame!” Pero entonces habría que abrirme los ojos.
579. Forma parte del juego de lenguaje con los nombres propios que cada uno sepa su nombre con la mayor certeza.
20.4.
580. Después de todo, podría ser que cada vez que dijera “lo sé” resultara ser falso. (Señalando.)
581. Sin embargo, es posible que siga sin poder evitarlo y continúe afirmando: “Sé que...”
Pero, ¿cómo aprendió el niño la expresión?
582. “Lo sé” puede significar: es conocido para mí – pero también: ciertamente es así.
583. “Sé que en… eso se llama…” – ¿Cómo lo sabes? – “Aprendí…”. En lugar de: “Sé que etc.”, podría poner aquí: “En... esto se llama…”?
584. ¿Sería posible utilizar el verbo “saber” solo en la pregunta: “¿Cómo lo sabes?” que sigue a una simple afirmación? – En lugar de “eso ya lo sé” se dice “eso me es conocido”; y esto solo sigue a la comunicación del hecho. Pero, ¿qué se dice en lugar de “ya sé lo que es eso”?
585. ¿Pero “Sé que esto es un árbol” no dice algo diferente a “Esto es un árbol”?
586. En lugar de “sé lo que es” se podría decir: “puedo decir lo que es”. Y si se adoptara este modo de expresión, ¿qué sería entonces de: “sé que esto es…”?
587. Volvamos a la cuestión de si “Sé que esto es un...” dice algo diferente a “Esto es un ...”– En la primera frase se menciona a una persona, en la segunda no. Pero eso no demuestra que tengan significados diferentes. En cualquier caso, a menudo se sustituye la primera forma por la segunda y se le da una entonación especial. Porque se habla de forma diferente cuando se hace una afirmación no contradicha y cuando se sostiene contra la contradicción.
588. Pero, ¿no digo con las palabras “Sé que...” que me encuentro en un determinado estado, mientras que la mera afirmación “Esto es un...” no dice eso? Y, sin embargo, a menudo se responde a tal afirmación: “¿Cómo lo sabes?” –
“Pero seguramente solo porque el hecho de que afirme esto indica que creo que lo sé”. – Podrías decirlo así: En un jardín zoológico, la inscripción podría decir: “Esto es una cebra”; pero no: “Sé que esto es una cebra”.
“Lo sé” solo tiene sentido cuando lo pronuncia una persona. Pero entonces no importa si el enunciado es “Sé que...” o “Esto es...”
589. ¿Cómo aprende alguien a reconocer su estado de conocimiento?
590. Se podría hablar más bien del reconocimiento de un estado en el que se dice “sé lo que es esto”. Aquí uno puede convencerse de que realmente posee ese conocimiento.
591. “Sé de qué tipo de árbol se trata. – Es una castaña”.
“Sé qué tipo de árbol es. Sé que es una castaña”.
La primera afirmación suena más natural que la segunda. Solo se dirá “lo sé” una segunda vez si se quiere enfatizar la certeza, por ejemplo, para evitar una contradicción. El primer “sé” significa aproximadamente: puedo decir.
En otro caso, sin embargo, se podría comenzar con la afirmación: “Esto es un...” y luego, en respuesta a una contradicción, responder: “Yo sé qué tipo de árbol es este” y subrayar así la certeza.
592. “Puedo decir lo que... y puedo decirlo con seguridad”.
593. Aunque se pueda sustituir “Sé que es así” por “Es así”, no se puede sustituir la negación de uno por la negación del otro.
Con: “No sé...” se introduce un nuevo elemento en el juego de lenguaje.
594. “L. W.” es mi nombre. Y si alguien lo negara, yo establecería de inmediato innumerables conexiones que lo aseguran.
595. “Pero puedo imaginar a una persona que hace todas estas conexiones, ninguna de las cuales corresponde a la realidad. ¿Por qué no habría de encontrarme yo en una trampa similar?”.
Cuando imagino a esa persona, imagino también una realidad, un mundo que la rodea; y a ella pensando (y hablando) en contra de ese mundo.
596. Si alguien me dice que se llama N. N., tiene sentido que le pregunte: “¿Puedes estar equivocado en eso? Esa es una cuestión real en el juego de lenguaje. Y la respuesta, sí o no, tiene sentido. – Por supuesto, ni siquiera esta respuesta es infalible, es decir, puede resultar equivocada en algún momento, pero eso no quita sentido a la pregunta “¿Puedes...?” y a la respuesta “No”.
597. La respuesta a la pregunta “¿Puedes estar equivocado al respecto?” da cierto peso a la afirmación. La respuesta también puede ser: “No lo creo”.
598. Pero a la pregunta: “¿Puedes...?”, ¿no se podría responder de este modo: “Te describiré el caso y entonces podrás juzgar por ti mismo si puedo estar equivocado”?
Por ejemplo, si se trata del nombre de la persona, el caso podría ser que la persona nunca hubiera utilizado ese nombre, pero recuerda haberlo leído en un documento – y por otro lado, la respuesta podría ser: “He utilizado ese nombre toda mi vida, me han llamado así todas las personas”. Si esto no equivale a la respuesta: “no puedo equivocarme en esto”, no tiene ningún sentido. Y, obviamente, señala una diferencia muy importante.
599. Se podría, por ejemplo, describir la certeza de la proposición de que el agua hierve a unos 100°C. No es, por ejemplo, una proposición que escuché una vez como esa y aquella que podría nombrar. Yo mismo hice el experimento en la escuela. La proposición es elemental en nuestros libros de texto, que son de fiar en estas cuestiones, porque... – Ahora bien, se puede rebatir todo esto con ejemplos que demuestran que la gente pensaba que esto y aquello era cierto, lo que luego, en nuestra opinión, resultó ser falso. Pero este argumento carece de valor. Decir que al final solo podemos dar razones que nosotros consideramos razones no dice nada.
Creo que subyace un malentendido sobre la naturaleza de nuestros juegos de lenguaje.
600. ¿Qué razón tengo para confiar en los manuales de física experimental?
No tengo motivos para no confiar en ellos. Y confío en ellos. Sé cómo surgen estos libros, o mejor dicho, creo que lo sé. Tengo algunas pruebas, pero no van muy lejos y son de tipo muy disperso. He oído cosas, he visto cosas, he leído cosas.
22.4.
601. Siempre existe el peligro de querer reconocer el significado observando la expresión y el estado de ánimo en que alguien lo utiliza, en lugar de pensar siempre en la práctica. Por eso uno se dice la expresión a sí mismo tan a menudo, porque es como si tuvieras que ver lo que buscas en ella y en el sentimiento que tienes.
23.4.
602. ¿Debo decir “creo en la física” o “sé que la física es verdadera”?
603. Me han enseñado que esto ocurre en tales circunstancias. Se ha averiguado haciendo el experimento unas cuantas veces. Por supuesto, todo esto no demostraría nada si no hubiera otros alrededor de esta experiencia que forman un sistema con ella. Así, no solo se han realizado experimentos de caída de los cuerpos, sino también de resistencia al aire y otros más.
Al final, sin embargo, me baso en estas experiencias o en los informes de las mismas para guiar mis propias acciones sin ningún escrúpulo. Pero, ¿no se ha demostrado también esta confianza? Por lo que puedo juzgar, sí.
604. En un tribunal, la afirmación de un físico de que el agua hierve a unos 100 °C se aceptaría necesariamente como verdad.
Si ahora desconfiara de esta afirmación, ¿qué podría hacer para invalidarla? ¿Realizar las pruebas yo mismo? ¿Qué probarían?
605. ¿Pero qué pasaría si la afirmación del físico fuera superstición, y fuera tan absurdo que el juicio se basara en ella como si se basara en una prueba de fuego?
606. El hecho de que otra persona se equivocara en mi opinión no es motivo para suponer que yo me equivoque ahora. – Pero, ¿no es una razón para suponer que yo podría estar equivocado? No es motivo de incertidumbre en mi juicio o acción.
607. El juez podría decir: “Esta es la verdad, en la medida en que un ser humano puede reconocerla”. – Pero, ¿qué se conseguiría con este añadido? (“beyond all reasonable doubt”) [“más allá de toda duda razonable”][6].
608. ¿Está mal que actúe según la ley de la física? ¿Debo decir que no tengo ninguna buena razón para hacerlo? ¿No es precisamente lo que llamamos una “buena razón”?
609. Supongamos que nos encontramos con personas que no la consideran una razón válida. ¿Cómo nos lo imaginamos? Consultan, por ejemplo, un oráculo en lugar del físico. (Y por eso los consideramos primitivos.) ¿Es malo que consulten un oráculo y actúen de acuerdo con él? – Si llamamos a esto “incorrecto”, ¿no estamos ya partiendo de nuestro juego de lenguaje y luchando contra el suyo?
610. ¿Y tenemos razón o no al luchar contra él? Por supuesto, nuestra acción estará apoyada por todo tipo de consignas.
611. Cuando se encuentran dos principios que no pueden reconciliarse, cada uno declara al otro que es un necio y un hereje.
612. Dije que “lucharía” contra el otro, pero ¿no le daría razones? Sí, pero ¿hasta dónde llegan? Al final de las razones está la persuasión. (Piensa en lo que ocurre cuando los misioneros convierten a los nativos.)
613. Si ahora digo: “Sé que el agua de la tetera sobre la llama de gas no se congelará, sino que hervirá”, parece que estoy tan justificado en este “sé” como en cualquier “si sé algo, sé que”. – ¿O sé con mayor certeza aún que la persona que tengo enfrente es mi viejo amigo fulano? ¿Y cómo se compara eso con decir que miro con dos ojos y los veré cuando me mire en el espejo? – No sé con certeza cómo responder a eso. – Pero hay una diferencia entre los casos. Si el agua se congela en la llama, sin duda me asombraré en grado sumo, pero supondré una influencia que aún desconozco y dejaré que juzguen los físicos. – Pero, ¿qué podría hacerme dudar de que esta persona es N. N., a quien conozco desde hace años? Aquí, una duda parecería arrastrarlo todo y sumirlo en el caos.
614. Es decir: si me contradijeran por todos lados: Que el nombre de alguien no es lo que siempre supe que era (y uso “supe” aquí deliberadamente), entonces en este caso me vería privado de la base de todo juicio.
615. ¿Significa esto: “Solo puedo juzgar en absoluto porque las cosas se comportan de tal o cual modo (por decirlo de alguna manera)”?
616. Pero, ¿sería impensable que me mantuviera en la silla de montar, por mucho que los hechos se resistieran?
617. Ciertos acontecimientos me pondrían en una situación en la que ya no podría continuar con el antiguo juego. En la que me arrancarían de la seguridad del juego.
Sí, ¿no es evidente que la posibilidad de un juego de lenguaje está condicionada por ciertos hechos?
618. Parecería entonces como si el juego del lenguaje tuviera que “mostrar” los hechos que lo hacen posible. (Pero no es así.)
¿Puede decirse entonces que solo una cierta regularidad en los acontecimientos hace posible la inducción? Lo “posible” tendría que ser, por supuesto, “lógicamente posible”.
619. Debería decir: aunque de repente se produjera una irregularidad en el curso de la naturaleza, no tendría por qué levantarme de la silla. Podría seguir sacando conclusiones, pero si a eso se le puede llamar “inducción” es otro asunto.
620. En determinadas circunstancias se dice “puedes contar con eso”; y esta seguridad puede estar justificada o injustificada en el lenguaje cotidiano, y puede considerarse justificada aunque no se cumpla lo previsto. Hay un juego de lenguaje en el que se utiliza la seguridad.
24.4.
621. Si habláramos de anatomía, diría: “Sé que del cerebro emanan 12 pares de nervios”. Nunca he visto estos nervios, e incluso un experto solo los ha observado en unos pocos especímenes. – Por lo tanto, la palabra “sé” se utiliza correctamente aquí.
622. Ahora bien, también es correcto utilizar “sé” en las conexiones que menciona Moore, al menos en determinadas circunstancias. (Sin embargo, no sé qué significa “sé que soy un ser humano”. Pero eso también tiene sentido.)
Me puedo imaginar una circunstancia distinta para cada una de estas proposiciones que las convierten en jugadas de uno de nuestros juegos de lenguaje, por las que pierden todo lo filosóficamente asombroso.
623. Lo extraño es que en un caso así siempre quiero decir (aunque sea incorrecto): “Lo sé – en la medida en que uno puede saber tal cosa”. Es incorrecto, pero hay algo correcto detrás.
624. ¿Puedes equivocarte al decir que este color se llama “verde” en alemán? Mi respuesta solo puede ser “No”. Si dijera “Sí – porque una confusión con la luz siempre es posible”, no significaría nada.
¿Es el comentario algo desconocido para el otro? ¿Y cómo es que yo lo conozco?
625. Pero, ¿significa esto que sería inconcebible que la palabra “verde” aquí pudiera surgir de algún tipo de promesa o confusión momentánea? ¿No conocemos casos así? – También se le puede decir a alguien: “¿Acaso no te equivocaste al hablar?” Significa algo así como: “Piénsalo otra vez”. –
Pero estas precauciones solo tienen sentido cuando llegan a su fin.
Una duda sin fin ni siquiera es una duda.
626. Tampoco significa nada decir: “El nombre alemán de este color es ciertamente ‘grün’, – a menos que ahora me equivoque o me confunda de algún modo”.
627. ¿No habría que insertar esta cláusula en todos los juegos lingüísticos? (Lo que demuestra su falta de sentido.)
628. Si uno dice: “Ciertas proposiciones deben excluirse de la duda”, entonces parece como si yo debiera incluir estas proposiciones, por ejemplo, que mi nombre es L. W., en un libro de lógica. Porque si pertenece a la descripción del juego del lenguaje, pertenece a la lógica. Pero el hecho de que me llame L. W. no pertenece a tal descripción. El juego lingüístico que opera con los nombres propios puede existir si me equivoco de nombre, pero presupone que no tiene sentido decir que la mayoría de la gente se equivoca de nombre.
629. Por otra parte es correcto que yo diga: “no puedo equivocarme en mi nombre” y es incorrecto que yo diga “tal vez me equivoco”. Pero eso no significa que sea absurdo que otro dude de lo que yo declaro como cierto.
630. No poder equivocarse en la lengua materna sobre la designación de ciertas cosas es simplemente el caso habitual.
631. “No puedo equivocarme en esto” denota simplemente un tipo de afirmación.
632. Memoria cierta e incierta. Si la memoria cierta no fuera generalmente más fiable, es decir, si no fuera confirmada más a menudo por otras verificaciones que la incierta, entonces la expresión de certeza e incertidumbre no tendrían su función actual en el lenguaje.
633. “No puedo equivocarme en esto” – ¿pero qué pasa si después de todo me equivoco? ¿No es posible? ¿Pero no tiene sentido la expresión “puedo, etc.”? ¿O sería mejor decir en su lugar “Difícilmente puedo equivocarme en esto”? No; porque eso significa algo diferente.
634. “No puedo equivocarme en esto; y en el peor de los casos hago de mi proposición una norma”.
635. “No puedo equivocarme en esto: hoy estuve con él”.
636. “No puedo equivocarme en esto; pero si algo pareciera hablar en contra de mi proposición, aun contra las apariencias, la sostendré.”
637. “No puedo etc.” indica a mi afirmación su lugar en el juego. Pero se refiere esencialmente a mí, no al juego en general. Si me equivoco en mi afirmación, eso no le quita mérito al juego de lenguaje.
25.4.
638. “No puedo equivocarme en esto” es una frase común que sirve para indicar el valor de certeza de una afirmación. Y solo en su uso cotidiano está justificado.
639. ¿Pero de qué demonios sirve si puedo equivocarme –hay que admitirlo– y, por lo tanto, también en la proposición que se supone que debía apoyar?
640. ¿O debería decir que la proposición excluye cierto tipo de error?
641. “Me lo dijo hoy, no puedo equivocarme”. – ¡¿Pero y si resulta estar equivocado?! – ¿No tiene que haber diferencias en la forma en que algo “demuestra ser erróneo”? – ¿Cómo se puede demostrar que mi afirmación era errónea? Aquí se trata de pruebas contra pruebas, y hay que decidir cuál debe ceder.
642. Pero si alguien tiene la inquietud: ¿Qué pasaría si de repente me despertara, por así decirlo, y dijera: “Ahora me imaginaba que me llamo ¡L. W! – ¿quién puede decir que no me despertaré de nuevo y afirmaré que se trata de una extraña ilusión, etc.?
643. Ciertamente se puede imaginar un caso y hay casos en los que después de “despertar” nunca se vuelve a dudar de lo que era imaginación y lo que era realidad. Pero tal caso, o su posibilidad, no desacredita la frase “no puedo equivocarme en esto”.
644. ¿No quedaría desacreditada toda afirmación en sentido contrario?
645. No puedo equivocarme en esto – pero bien puedo creer una vez, con razón o sin ella, que no era capaz de juzgar.
646. Sin embargo, si esto ocurriera siempre o a menudo, cambiaría por completo el carácter del juego de lenguaje.
647. Hay una diferencia entre un error para el que, por así decirlo, se ha previsto un lugar en el juego y una violación completa de las reglas, que se produce excepcionalmente.
648. También puedo convencer al otro de que “no puedo equivocarme en esto”.
Le digo a alguien: “Esta y aquella persona vinieron a verme esta mañana y me dijeron esto y lo otro”. Si es sorprendente, puede preguntarme: “¿No te puedes equivocar?” Esto puede significar: “¿Ocurrió esto esta mañana?”, o bien:
“¿Seguro que le entendiste bien?” – Es fácil ver con qué explicaciones podría demostrar que no me equivoqué de época y del mismo modo que no malinterpreté la narración. Pero todo esto no puede demostrar que no lo haya soñado todo, o imaginado como en un sueño. Tampoco puede demostrar que no me haya equivocado al hablar en todo momento. (Estas cosas pasan.)
649. (Una vez le dije a alguien –en inglés– que la forma de cierta rama era característica de la rama de un olmo, cosa que el otro negó. Luego pasamos junto a unos fresnos y dije: “Ves, aquí están las ramas de las que hablaba”. A lo que él dijo: “But that’s an ash [Pero eso es un fresno]” – y yo dije: “I always meant ash when I said elm. [Todo el tiempo quise decir fresno cuando dije olmo]”).
650. Es decir: la posibilidad de error puede eliminarse en determinados (y frecuentes) casos. – Así (también) se eliminan los errores de cálculo. Porque si un cálculo se ha hecho innumerables veces, no se puede decir ahora: “Su corrección es, sin embargo, solo muy probable –ya que todavía puede haberse deslizado un error”. Pues suponiendo que ahora se descubra un error, ¿por qué no suponerlo aquí?
651. No puedo equivocarme al decir que 12 × 12 = 144. Y ahora no se puede oponer la certeza matemática a la relativa incertidumbre de las proposiciones empíricas. Pues la proposición matemática se obtuvo mediante una serie de acciones que no difieren en nada de las acciones en el resto de la vida y que están igualmente expuestas al olvido, a la omisión, al engaño.
652. ¿Puedo profetizar ahora que la gente nunca cambiará las proposiciones aritméticas actuales, que nunca dirán que apenas ahora saben cómo son? Pero, ¿justificaría eso alguna duda por nuestra parte?
653. Si la proposición 12 × 12 = 144 está exenta de duda, entonces también deben estarlo las proposiciones no matemáticas.
26.4.51
654. Pero se puede objetar a esto de muchas maneras. – En primer lugar, “12 × 12, etc.” es una proposición matemática, de lo que se deduce que solo tales proposiciones se encuentran en esta posición. Y si esta inferencia no está justificada, debe haber una proposición igualmente segura que trate del proceso de ese cálculo, pero que no sea matemática. – Tengo en mente una proposición más o menos así: “El cálculo “12 × 12”, realizado por cálculos aritméticos, dará como resultado en la gran mayoría de los casos ‘144’”. Nadie discutirá esta proposición, que, por supuesto, no es matemática. Pero, ¿tiene la certeza de lo matemático?
655. La proposición matemática tiene, por así decirlo, el sello oficial de lo incuestionable. Es decir: “Discutan sobre otras cosas; eso es cierto, es un gozne en torno al cual puede girar su disputa”.
656. Y eso no se puede decir de la proposición que me llamo L.W.. Ni de la proposición que tales o cuales personas han calculado tal o cual problema correctamente.
657. Se podría decir que las proposiciones de las matemáticas están fosilizadas. – La prposición: “Me llamo...” no lo está. Pero quienes, como yo, disponen de pruebas abrumadoras, también las consideran irrefutables. Y no por desconsideración.
Pues el hecho de que las pruebas sean abrumadoras consiste precisamente en que no tenemos que doblegarnos ante ninguna prueba contraria. Así que aquí tenemos una resistencia similar a la que hace que los teoremas de las matemáticas sean irrefutables.
658. En cada proposición de la tabla de multiplicar también podría lanzarse la pregunta: “¿Pero no podría estar ahora bajo un engaño y quizá descubrir más tarde que lo estaba?”.
659. “No puedo equivocarme en el hecho de que acabo de comer”.
Sí, si le digo a alguien “acabo de comer”, puede pensar que miento o que no estoy en mis cabales, pero no pensará que me equivoco. Sí, la suposición de que pueda estar equivocado no tiene sentido aquí.
Pero eso no es cierto. Por ejemplo, podría haberme quedado dormido justo después de la comida, sin saberlo, y haber dormido durante una hora, y ahora pensar que acababa de comer.
Pero al menos distingo aquí entre distintos tipos de error.
660. Podría preguntar: “¿Cómo podría equivocarme si me llamo L. W.?” Y puedo decir: no veo cómo podría ser posible.
661. ¿Cómo puedo equivocarme al pensar que nunca he estado en la Luna?
662. Si dijera: “No he estado en la Luna, pero puedo estar equivocado” sería una estupidez.
Porque ni siquiera la idea de que pudiera haber sido transportado allí mientras dormía por medios desconocidos me daría derecho a hablar de un posible error aquí. Juego mal cuando lo hago.
663. Tengo derecho a decir “aquí no me puedo equivocar” aunque me equivoque.
664. Hay una diferencia entre aprender en la escuela lo que está bien y lo que está mal en matemáticas y declarar que no puedo equivocarme sobre un teorema.
665. Aquí añado detalles a lo que está generalmente establecido.
666. Pero, ¿qué ocurre, por ejemplo, con la anatomía (o gran parte de ella)? ¿Acaso lo que describe no está también exento de toda duda?
667. Aunque llegara a un pueblo que creyera que la gente se transporta a la Luna en sueños, no podría decirles: “Yo nunca he estado en la Luna. – Claro que puedo equivocarme”. Y a su pregunta: “¿No puedes estar equivocado?”, tendría que responder: No.
668. ¿Cuáles son las consecuencias prácticas si doy un aviso y digo que no puedo equivocarme?
(También podría añadir en su lugar: “Puedo estar tan equivocado en eso como en que me llamo L.W.”)
No obstante, la otra persona puede dudar de mi afirmación. Pero si confía en mí, no solo permitirá que le enseñe, sino que sacará ciertas conclusiones de mi convicción a mi comportamiento.
669. La frase “no puedo equivocarme en esto” se utiliza ciertamente en la práctica. Pero cabe dudar de si debe entenderse entonces en sentido estricto, o si se trata más bien de una exageración, utilizada tal vez solo con fines de persuasión.
27.4.
670. Se podría hablar de principios básicos de la investigación humana.
671. Vuelo desde aquí a una parte del mundo donde la gente solo tiene un conocimiento vago o nulo de la posibilidad de volar. Les digo que acabo de volar de... hasta ellos. Me preguntan si puedo estar equivocado. – Es evidente que tienen una idea equivocada de cómo va el asunto. (Si me metieran en una caja es posible que me equivoque de medio de transporte.) Si me limito a decirles que no puedo equivocarme, puede que no se convenzan, pero sí lo harán si les describo el proceso. Desde luego, no cuestionarán la posibilidad de un error. Pero podrían creer –aunque confíen en mí– que estaba soñando o que me lo imaginé a través de un hechizo.
672. “Si no confío en esta evidencia, ¿por qué debería confiar en cualquier evidencia?”
673. ¿No es difícil distinguir entre los casos en los que no me equivoco y aquellos en los que difícilmente puedo equivocarme? ¿Está siempre claro a qué tipo pertenece un caso? Creo que no.
674. Ahora bien, hay ciertos tipos de casos en los que está justificado decir que no puedo equivocarme, y Moore ha dado algunos ejemplos de tales casos.
Puedo enumerar varios casos típicos, pero no puedo dar una característica general. (N. N. no puede equivocarse al decir que voló de América a Inglaterra hace unos días. Solo si es tonto puede pensar que otra cosa es posible.)
675. Si alguien cree que voló de América a Inglaterra hace unos días, creo que no puede estar equivocado.
Lo mismo ocurre cuando alguien dice que ahora se sienta a la mesa y escribe.
676. “Pero si ni siquiera en esos casos puedo equivocarme – ¿no es posible que esté anestesiado?” Si lo estoy, y si la anestesia me roba la consciencia, entonces ahora no estoy hablando ni pensando realmente. No puedo suponer seriamente que estoy soñando ahora. Quien dice “estoy soñando” mientras sueña, aunque hable en voz alta, no tiene más razón que si dice “está lloviendo” en su sueño mientras llueve de verdad. Incluso si su sueño está realmente relacionado con el sonido de la lluvia.