Observaciones sobre “La rama dorada” de Frazer: Difference between revisions

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(La forma del espíritu que despierta [''erwachenden''] es la veneración).
(La forma del espíritu que despierta [''erwachenden''] es la veneración).
<h2 style="text-align: center;">I</h2>
Página 168<ref>...</ref> [206]<ref>...</ref>: ''«En cierto estadio de la sociedad primitiva se considera que el rey o el sacerdote está imbuido con poderes sobrenaturales o que es una encarnación de una deidad, y acorde a esta creencia se supone que el curso de la naturaleza está más o menos bajo su control»''.
Obviamente no es que el pueblo crea que el soberano [''Herrscher''] tenga estos poderes, mientras dicho líder sabe perfectamente que no los tiene, o bien no lo sabe por ser un idiota o un necio. Sino que la noción de su fuerza está obviamente establecida de tal manera que puede concordar con la experiencia (del pueblo y de él mismo). Que algún tipo de hipocresía juegue algún papel en esto solo es cierto, en tanto que esta se encuentra presente en la mayoría de [las cosas] que las personas hacen.
P. 169 [208]. ''«En la antigüedad [el rey] estaba obligado a sentarse en el trono durante varias horas cada mañana con la corona imperial en la cabeza, pero sentado como si fuera una estatua, sin mover ni las manos ni los pies, ni la cabeza ni los ojos, ni ninguna parte de su cuerpo, porque se pensaba que, de esta manera, podría preservar la paz y tranquilidad en su imperio»''.
Cuando una persona en nuestra sociedad (o en la mía al menos) ríe demasiado, yo cierro mis labios con fuerza medio involuntariamente, como si pensara poder mantener así los suyos cerrados.
P. 170 [208]: ''«Se le adscribe el poder de dar o retener la lluvia, y es el señor de los vientos»''.
Aquí el absurdo es que Frazer presenta a estos pueblos como si tuvieran una representación completamente errada (incluso delirante) del curso de la naturaleza, cuando únicamente poseen una interpretación curiosa de los fenómenos. Es decir, su conocimiento sobre la naturaleza, si ellos lo escribieran, no diferiría de manera ''fundamental'' del nuestro. Solo su ''magia'' es distinta.
P. 171 [210]: ''«una red de prohibiciones y prácticas cuya intención no es contribuir a su dignidad».'' Eso es verdadero y falso. Naturalmente, no la dignidad de la protección de la persona, pero sí la (por así decirlo) santidad natural de la divinidad en él.<ref>...</ref>
Tan simple como suena: la diferencia entre la magia y la ciencia puede ser expresada en el hecho de que en la ciencia hay un progreso, pero no en la magia. La magia no tiene ninguna dirección o desarrollo que resida en ella misma.
P. 179 [219]: ''«Los malayos conciben el alma humana como un pequeño hombre'' [man] ''[…] que corresponde exactamente en forma, proporción incluso en complexión con el hombre en cuyo cuerpo reside».''
[Hay] mucha más verdad en darle al alma la misma multiplicidad que al cuerpo que en una teoría moderna diluida.
Frazer no se da cuenta de que aquí estamos ante las doctrinas de Platón y Schopenhauer.
Todas las teorías pueriles (infantiles) las encontramos de nuevo en la filosofía actual; solo que sin el encanto de lo pueril.
P. 614 [684]. (En el capítulo LXII: Los festivales del fuego de Europa).
A mí me parece que lo más llamativo, aparte de las similitudes, es la diferencia entre todos estos ritos. Es una multiplicidad de rostros con rasgos comunes, que aparecen constantemente aquí y allá. Y lo que uno querría hacer es extraer las líneas que conectan sus elementos comunes. Todavía falta, entonces, una parte de la observación, y esta es la que pone en conexión esta imagen con nuestros propios sentimientos y pensamientos. Esta parte da a la observación su profundidad.
En todas estas costumbres se puede ver claramente algo similar a la asociación de ideas y conectado con ella. Se podría hablar de una asociación de las costumbres.
P. 618 [694]. ''«Tan pronto como fueron emitidas algunas chispas por medio de la violenta fricción, aplicaron una especie de agárico''<ref>...</ref> ''que crece en los abedules viejos y es muy combustible. Este fuego tenía la apariencia de provenir directamente del cielo, y eran muchas las virtudes que se le adscribían».''
Nada nos dice por qué el fuego debería ser rodeado con ese halo [de misterio]. Y, qué extraño, ¿qué significa en el fondo [la expresión] «parece que viene del cielo»? ¿De qué cielo? No, no es en absoluto obvio que el fuego sea contemplado de esa manera, pero así es contemplado precisamente.
P. 618 [695]:<ref>...</ref> ''«La persona que oficia como maestro del festín produce una gran torta cocinada con huevos y festoneado, llamado'' am bonnach bealtine ''(es decir, la torta del Buenfuego''<ref>También traducidos como «los fuegos de Beltane», festividad de origen celta.</ref>''). Estaba dividida en un número de piezas y era distribuida en su mayor parte a la compañía. Había una pieza particular que aquel a quien le tocaba era llamado cailleach beal-tine (es decir, el'' carline ''del Buenfuego, un término muy despectivo. Sabiendo esto, parte de la compañía le agarraba y fingían ponerle en el fuego… Y mientras que el festín estaba fresco en la memoria de la gente, fingían hablar del'' cailleach beal-tine ''como si estuviera muerto».''
Aquí parece que la hipótesis da por primera vez profundidad al asunto. Y uno puede recordar la explicación del extraño comportamiento de Sigfrido y Brunilda en nuestro ''Cantar de los nibelungos'', a saber, que parece que Sigfrido ha visto a Brunilda en una ocasión anterior. Es así evidente que lo que da profundidad a esta costumbre es su ''relación'' con la incineración de una persona. Cuando en alguna fiesta fuera costumbre [''Sitte''] que las personas cabalgasen juntas (como en el juego del caballos y caballeros), no veríamos nada más que una forma de transporte que recordase la monta del hombre sobre un caballo; pero si supiéramos que ha habido costumbres en muchos pueblos, como la de usar esclavos como cabalgaduras, y así celebrar ciertas fiestas a caballo, entonces veríamos ahora en la inofensiva costumbre [''Gebrauch''] de nuestro tiempo algo profundo y menos inofensivo. La pregunta es [si] se adhiere este (digamos) carácter siniestro a la costumbre del Buenfuego como se realizaba hace cien años por sí mismo o solo cuando la hipótesis de su origen es confirmada. Yo creo que es manifiesta la propia naturaleza interna de las costumbres modernas que nos parecen siniestras, y los hechos conocidos por nosotros de sacrificios humanos solo indican la dirección en la que debemos observar la costumbre. Cuando hablo de la naturaleza interna de la costumbre, quiero referirme a todas las circunstancias en las que [esta] es realizada y que no están contenidas en el relato de tales fiestas, ya que no consisten tanto en acciones concretas que caractericen a la fiesta, sino en lo que uno podría llamar el espíritu de la fiesta, el cual quedaría descrito en tanto que, por ejemplo, se describiera el tipo de gente que en ella participan; sus restantes comportamientos, es decir, su carácter; el tipo de juegos que normalmente juegan. Y uno vería entonces que lo siniestro reside en el propio carácter de estas personas.
P. 618‒619 [695‒696]<ref>...</ref>: ''«En la parte occidental del Condado de Perth, la costumbre del Buenfuego seguía estando en boga a finales del siglo dieciocho. Ha sido descrita de la siguiente manera por el párroco de la época:'' “''Ponen todos los trocitos de torta en un sombrero. Cada uno de ellos, con los ojos tapados, extrae una porción. Al que sostiene el sombrero le corresponde el último trozo. El que extrae el trozo negro es la persona consagrada que será sacrificada a Baal''”. […]
''Thomas Pennant, quien viajó al norte del Condado de Perth en el año 1769, nos relata que […] “cada uno obtiene una torta de harina de avena sobre la cual se levantan nueve pellas, cada una dedicada a un ser particular”. […]''
''Otro escritor del siglo XVIII ha descrito el festival del Buenfuego tal y como se celebraba en la parroquia de Logierait, en el Condado de Perth. Dice: “ellos comen unos platos con un tipo de torta horneada para la ocasión, que tiene unos pequeños bultos con forma de pezón por toda la superficie”. Debemos imaginar que la torta con pellas fue inicialmente usada con el propósito de determinar quién debería ser el'' carline ''del Buenfuego o la víctima condenada a las llamas».''
Esto se asemeja a algo como los restos de un echar a suertes. Y a través de este aspecto adquiere de repente profundidad. Si experimentásemos que la torta con botones<ref>...</ref> en un caso concreto, por ejemplo, fuera horneada para gloria del botonero por su cumpleaños, y que se hubiera mantenido la costumbre en el vecindario, entonces esta costumbre perdería de manera efectiva toda «profundidad», a no ser que esta residiera en su propia forma presente. Pero en tal caso se dice con frecuencia: «esta costumbre es manifiestamente ancestral». ¿Cómo<ref>...</ref> se sabe eso? ¿Es acaso porque se tiene un testimonio histórico sobre costumbres antiguas de ese tipo? ¿O tiene alguna otra razón, una que se pueda adquirir a través de la interpretación? Pero también cuando la procedencia arcaica de la costumbre y su origen en una costumbre anterior es históricamente demostrable, es entonces posible, que la costumbre hoy no tenga ''absolutamente nada'' de siniestro en sí misma, que no quede nada del arcaico horror que de ella pendía. Hoy en día quizás sea ejercido únicamente por niños, que compiten en cocinar y consumir las tortas decoradas con botones. Lo profundo reside, entonces, solamente en el pensamiento sobre aquella procedencia. Pero esta podría ser completamente insegura y se querría decir: «para qué preocuparse por una cuestión tan incierta» (como una «Elsa la Lista» que mirase hacia el pasado<ref>...</ref>). Pero no hay tales preocupaciones. – Ante todo: ¿de dónde [viene] la seguridad de que tal costumbre debe ser ancestral (cuáles son nuestros datos, cuál es la verificación)? Pero, ¿tenemos entonces una seguridad, no podemos errar y caer en el error histórico? Ciertamente, pero siempre queda algo de lo que estamos seguros. Entonces diríamos: «bien, sea en este caso el origen distinto, pero en general es seguramente arcaico». Lo que para nosotros es  ''evidencia'' para ello, esto debe contener la profundidad de esta suposición. Y esta evidencia, de nuevo, es una no-hipotética, psicológica. Es decir, si yo dijera: lo profundo en esta costumbre reside en su origen ''si'' ha sido transmitido de esta manera. Entonces o bien lo profundo reside en el pensamiento sobre tal origen o bien lo profundo es en sí mismo hipotético y solo se puede decir: ''si'' ha sido así transmitido, entonces era una historia siniestra y profunda. Yo diré: lo siniestro, lo profundo, no reside en que se haya comportado de esta manera con la historia de esta costumbre, pues quizás no se ha comportado así en absoluto; tampoco en que quizás o probablemente se haya comportado así, sino en lo que me da la razón para aceptar eso. Sí, ¿de dónde [viene] principalmente lo profundo y lo siniestro en el sacrificio humano? ¿Es únicamente el sufrimiento de la víctima lo que nos impresiona? Enfermedades de todo tipo que están unidas con el mismo grado de sufrimiento no provocan ''sin embargo'' esta impresión. No, esta profundidad y tenebrosidad no se vuelve evidente en sí misma cuando experimentamos únicamente la historia de la acción externa, sino que ''nosotros'' introducimos una experiencia de nuestro interior.
El hecho de que el destino sea conocido mediante una torta tiene también algo especialmente terrorífico (casi como la traición a través de un beso) y [el hecho de] que a nosotros nos resulte especialmente terrorífico tiene, de nuevo, un significado fundamental para la investigación de dichas costumbres.
Cuando veo tal costumbre, [cuando] oigo de ella, es como cuando veo un hombre [''Mann''] hablar severamente con otro en una ocasión insignificante, y noto por el tono de la voz y el rostro que en una ocasión dada este hombre podría ser temible. La impresión que aquí obtengo puede ser una muy profunda y extraordinariamente seria.
El ''entorno'' de un comportamiento.
Una convicción subyace, en cualquier caso, a la suposición sobre el origen de (por ejemplo) las fiestas del Buenfuego; esta es que tales fiestas no fueron inventadas, por así decirlo, de manera azarosa por un individuo, sino que requieren una base infinitamente amplia para mantenerse. Si yo quisiera inventar una fiesta, entonces desaparecería lo antes posible o sería modificada de tal manera que correspondiera a una inclinación general de la gente.
¿Pero, qué impide aceptar que la fiesta del Buenfuego haya sido desde siempre celebrada en su forma actual (o en su pasado reciente)? Se querría decir: es un completo sinsentido que haya sido así creada. ¿No es como cuando veo una ruina y digo: eso debe haber sido una casa alguna vez, pues nadie colocaría [así] tal montón de piedras toscas e irregulares? Y cuando se preguntase: ¿cómo [''Woher''] sabes eso? Solo podría decir: mi experiencia con las personas me lo muestra. Sí, incluso allí donde se construyen auténticas ruinas estás toman la forma de casas derruidas.
También se podría decir: quien quiera impresionarnos con la narración de la fiesta del Buenfuego no necesita en ningún caso recurrir a la hipótesis de su origen, sino que necesita sólo presentarnos el material (que lleva hasta esta hipótesis) y no decir nada más al respecto. Ahora bien, uno quizás querría decir: «¡obviamente, porque el oyente o el lector deducirán la conclusión por sí mismos!». Pero, ¿debe deducir esta conclusión de manera explícita? Es más, ¿[debe] si quiera deducirla? Y, ¿qué tipo de conclusión es esta? ¡¿Que esto o aquello es ''probable''?! Y cuando él pueda deducir la hipótesis por sí mismo, ¿de qué manera debe impresionarle la conclusión? ¡Lo que le debe impresionar será justo aquello que ''él'' no ha hecho! ¿Le impresiona en primer lugar la hipótesis manifiesta (por él o por otro) o ya el material en sí mismo? Pero, ¿no podría yo entonces de la misma manera preguntar: cuando veo cómo uno es asesinado, me impresiona entonces simplemente lo que veo o primeramente la hipótesis de que aquí una persona es asesinada?
Pero entonces, no es simplemente el pensamiento del posible origen de la fiesta del Buenfuego lo que porta consigo la impresión, sino lo que se llama la inmensa probabilidad de este pensamiento. Todo eso que es extraído del material.
Tal y como la fiesta del Buenfuego se ha transmitido hasta nosotros es de hecho un espectáculo, similar a cuando los niños juegan a [policías y] ladrones. Pero no es así. Pues aun cuando está preestablecido que el bando que salva a la víctima gana, lo que ocurre siempre tiene un añadido de temperamento que no tiene la mera representación teatral. Pero incluso cuando se trata meramente de una representación completamente fría, nos preguntaríamos preocupados: ¿¡Qué pasa con esta representación, cuál es su ''sentido''!? Y, al margen de cualquier interpretación, esta podría preocuparnos por su característica falta de sentido. (Lo que muestra qué tipo de razón puede haber tras tal preocupación). Ahora bien, sea dada, por ejemplo, una interpretación inocente: la suerte se juega simplemente, para que uno tuviera el placer de poder amenazar a alguien con lanzarle al fuego, lo que no sería agradable; entonces la fiesta del Buenfuego se vuelve mucho más similar a aquel entretenimiento donde uno de la sociedad tiene que soportar ciertas crueldades que, tal y como son, liberan de una necesidad. Y la fiesta del Buenfuego perdería a través de tal explicación todo lo enigmático cuando simplemente no se diferenciase ni en la acción ni en el temple de tales habituales juegos de ladrones, entre otros.
Del mismo modo podría preocuparnos que los niños quemen en ciertos días un hombre de paja, aun cuando no se diera ninguna explicación para ello. ¡Qué raro que ''una persona'' deba ser quemada festivamente por ellos! Yo diría: la solución no es tan preocupante como el acertijo.
Pero, ¿por qué no debe ser en realidad solo (o bien en parte) el ''pensamiento'' lo que me provoca la impresión? ¿No son acaso temibles las representaciones? ¿No puede aterrorizarme el pensamiento de que un pastel con botones ha servido en una ocasión para elegir la víctima del sacrificio? ¿No tiene el ''pensamiento'' algo terrorífico? – Sí, pero lo que yo veo en esas narraciones lo han ganado en verdad a través de la evidencia, también a través de aquella con la que no parece que estén inmediatamente conectadas, a través del pensamiento sobre las personas y su pasado, a través de todo lo extraño que veo, he visto y he oído en mí mismo y en otros.
P. 640 (¿?)<ref>...</ref>
Eso bien se puede pensar – y como razón debía haberse dado, por ejemplo, que, de otra manera, los santos patronos discutirían unos contra otros y que solo uno podría dirigir el asunto. Pero eso también sería únicamente una extensión adicional del instinto.
Todas estas costumbres ''distintas'' muestran que no se trata aquí de la procedencia de una de la otra, sino de un espíritu compartido. Y uno podría inventar (ingeniar) todas estas ceremonias por sí mismo. Y el espíritu del cual uno las inventaría sería justamente su espíritu compartido.
P. 641 [720]: ''«tan pronto como el fuego haya sido reavivado en el corazón del hogar a partir del fuego del auxilio, una vasija llena de agua era puesta sobre él, para dispersar posteriormente el agua así calentada sobre la gente infectada con la plaga o sobre el ganado que estaba teñido por la pestilencia».''
La conexión entre la enfermedad y la suciedad. «Limpiar [''reinigen''] de una enfermedad [a alguien]».
Proporciona una teoría simple y pueril de la enfermedad como una suciedad que puede ser lavada.
Igual que hay «teorías sexuales infantiles», también teorías infantiles en general. Pero esto no significa que todo lo que haga un niño provenga ''de'' una teoría infantil como [si fuera] su causa.
Lo correcto e interesante no es decir: eso proviene de aquello, sino: podría provenir de esta manera.
P. 643 [722]: ''«Dr. Westermark ha argumentado fervientemente en favor de la teoría purificadora solamente […] Sin embargo, el caso no es tan claro como para justificar que descartemos la teoría solar sin discusión».''
Que el fuego fue usado como purificación está claro. Pero nada puede ser más probable que [el hecho de que] personas inteligentes hayan puesto posteriormente las ceremonias de purificación junto con el sol también allí donde originalmente solo hubieran sido pensadas como tal. Cuando un pensamiento se instaura en una persona (fuego–purificación) y otro [pensamiento] en otra [persona] (fuego–sol), qué puede ser más probable que [el hecho de] que en una persona se instauren ambos. ¡¡¡Los eruditos, que siempre quieren tener una teoría!!!
La destrucción ''completa'' a través del fuego, a diferencia de [la que se produce] a través de la ruptura, el desgarro, etc. debe haber llamado la atención de los seres humanos.
Incluso cuando uno no supiera nada de tal conexión del pensamiento de la purificación y del sol, podría aceptar que hubiera aparecido en algún lugar.
P. 680 [762‒763]: ''«en Gran Bretaña hay una sociedad secreta […] Al entrar en ella todo hombre recibe una piedra con la forma o bien de un ser humano o bien de un animal, y a partir de entonces se cree que su alma está unida en cierta manera con la piedra».''
«Piedra-alma».<ref>En inglés en el original en alemán: “soul-stone”.</ref> Ahí se ve cómo funciona tal hipótesis.
P. 681 (680 infra, 681) [763]: ''«se solía pensar que los poderes maléficos de brujas y magos residían en su pelo y que nada podría tener ningún impacto en esos bellacos mientras lo mantuvieran. De ahí que en Francia fuera costumbre afeitar el cuerpo completo de las personas culpadas de hechicería antes de llevarlos al torturador».''
Eso se interpretaría como si [ahí] residiera una verdad y no una superstición. (Claramente es fácil caer en el espíritu de la contradicción al enfrentarse al científico más idiota). Pero también puede ser que el cuerpo completamente depilado nos llevase a perder el respeto propio en algún sentido. (Hermanos Karamazov). No hay ninguna duda de que una mutilación que nos hace indignos, ridículos, a nuestros ojos, nos puede robar toda la voluntad de protegernos. Cuan avergonzados somos en ocasiones – o al menos muchos hombres (yo) – debido a nuestra inferioridad psíquica o estética.
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